La esperanza horizonte de futuro
Nos reunieron y nos comunicaron la situación y el final
de la guerra, así como el final de la actividad de la escuela. Nos
preguntaron qué queríamos hacer, cada uno de nosotros, donde queríamos
ir. Cada uno fue preguntado personalmente, yo pedí primero quedarme en
el ejército soviético, segundo ir de piloto a China y tercero ir a
trabajar a una fábrica soviética y que me enseñaran un oficio. Muchos
pidieron lo mismo que yo, pero otros pedían marcharse de la URSS a otros
países. Algunos días después comunicaron su parecer, se formaron dos
grandes grupos los que deseaban quedarse y los que pidieron marcharse.
Había problemas con los que querían marchar especialmente a algunos
países, los que insistieron la mayoría pudo marchar otros se cansaron y
se quedaron con nosotros. Los que teníamos el curso casi terminado y
queríamos quedarnos en el ejército nos dejaron volar un tiempo más y
creíamos que iríamos al ejército. Pero cuando todo en España se fue al
traste también dejamos de volar pero fue muy bueno el haber hecho este
periodo pues prácticamente los de este grupo terminamos el curso
completo de pilotos y gracias a esto yo en 1942 me incorporé a la
aviación soviética y enseguida me puse al día con otros pilotos de
academia normal.
A mi me propusieron ir a una fábrica y me conformé, la
mayoría también lo hicieron. Una vez acabada la guerra y dejada la
actividad de la escuela, la gente estaba nerviosa por saber de su suerte
y algunos intentaron solucionar sus problemas por su parte. Había
algunos líos y mal entendidos pero al fin fueron solucionándose y
comenzaron a salir gente para Moscú de los que querían marchar y de los
que querían quedarse, era un lío pero yo me quedé tranquilo y esperé. En
el mes de mayo, a un gran grupo de los que queríamos quedarnos nos
enviaron a una casa de reposo en los alrededores de Jarkov, allí se
estaban concentrando también otros españoles venidos de España y
emigrados de otros países. Allí comenzamos a notar que habíamos perdido
la protección militar y que cada uno tenía que luchar por si mismo, nos
trataban magníficamente y comenzamos los contactos con el pueblo
soviético. Yo me sentía bien pues además tenía más de 700 rublos que
guardé de la escuela y me podía comprar algo, si bien no gastaba mucho
teniendo en cuenta el proverbio de que la procesión es larga pero el
cirio corto. Allí en Sanki, así se llamaba el balneario, tomamos
contacto con los llegados de España y nos enteramos de lo ultimo
sucedido y hicimos amistades y dentro de la desgracia todos estábamos
contentos de poder estar en la URSS patria de nuestra lucha y esperanza
para la clase trabajadora mundial. Comenzábamos una nueva vida, la vida
en la URSS. Yo lloraba por haber perdido la guerra pero miraba con
esperanza hacia mis nuevos horizontes, pues al fin y al cabo dejaba
atrás el arado, el carro y el campo y me introducía en la técnica y el
progreso que yo deseaba. Si bien me sentía triste por estar lejos de mis
padres y mis hermanos a los que no podía ayudar y no sabía como habían
quedado al terminar la guerra. Mi padre era el presidente de la
cooperativa agrícola y no sabía si se había salvado de las purgas
franquistas. En esta casa de reposo pasamos unos dos meses que fueron
muy importantes para nosotros.