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ALEKSANDR SERGEEVICH YAKOVLEV
 
"LA META DE MI VIDA"
 

 

PARIS, 67

 

En junio de 1967 asistí de nuevo, por cuarta vez, en Paris al Salón Internacional de Aeronáutica. Esta ciudad, tumultuosa en los días corrientes, se torna aún más animada y bulliciosa cuando se celebra la tradicional re­vista de la aviación mundial. El tráfico es particularmente intenso en las autopistas que llevan de la ciudad al aeró­dromo Le Bourget donde se encuentra la exposición que atrae enorme número de visitantes. Porque en nuestro tiem­po, cuando la aviación ha entrado ya en la vida cotidiana y cuando la humanidad penetra en el Cosmos es cada vez mayor el número de los que manifiestan el más vivo interés por las novedades de la ciencia y la técnica de la aeronáu­tica y del espacio. Además, la Exposición de Paris cumple una doble misión. Al mismo tiempo que se exhiben los ade­lantos no son ajenos los intereses comerciales: en la expo­sición se conciertan importantes transacciones.

 

En el vasto campo del aeródromo Le Bourget estaban expuestos a la intemperie decenas de aviones, helicópteros y cohetes. Y al lado, en pabellones de moderna arquitec­tura, unas trescientas firmas de distintos países presentaban muestras de equipos de aviación, aparatos radioelectrónicos y otras muchas cosas, hasta asientos para aviones de pa­sajeros.

 

Todo lo que mostraba la Unión Soviética en el Salón de 1967 tenia misión civil. Eran aviones y helicópteros civi­les conocidos en la URSS. Está orientación de la exposición soviética ya había suscitado en las anteriores exposiciones de Paris la reacción más positiva por parte de los visitantes.

 

En el Salón de 1967 causó enorme impresión a todos el cohete soviético mediante el cual por primera vez en la his­toria de la humanidad fue puesta en órbita de la Tierra la cosmonave tripulada por Yuri Gagarin. Era lo más apasionante de la exposición. Cerca del cohete se agolpaba cons­tantemente el gentío que se admiraba tanto de la construc­ción como de las grandiosas proporciones. Conviene indicar; sin embargo, que para nosotros, especialistas soviéticos, este cohete tenía ya un valor puramente histórico. En el tiempo transcurrido desde el vuelo de Gagarin nuestros diseñadores habían avanzado muy lejos.

 

En nuestro pabellón del Cosmos siempre eran muchos los visitantes. Se distinguía por lo lacónico y asequible de la exposición que daba una clara idea del alto nivel de la cosmonáutica soviética. A propósito, esta asequibilidad distinguía ventajosamente nuestro pabellón del análogo pabe­llón de los Estados Unidos donde se presentaban complica­dos esquemas casi incomprensibles para el gran público.

 

Entre los aparatos mostrados por la Unión Soviética se hallaba el helicóptero gigante Mi-6 que eleva hasta 80 pa­sajeros. Despertaba vivo interés nuestra aeronave transcon­tinental Il-62, que desarrolla mil kilómetros por hora y está calculada para 186 pasajeros.

 

No era menor el interés de los visitantes por el gigantes­co aparato An-22, Anteo, exhibido ya en 1965 en Paris.

 

Finalmente, la Unión Soviética presentó por primera vez en el Salón el avión de pasajeros Yak-40, aparato reactor de 24 plazas para ser explotado en aeródromos sin firme de hormigón y con exigua pista de despegue y aterrizaje.

 

En muchos países se estudia el problema de crear un avión que conjugue las elevadas cualidades del aparato reac­tor moderno con las características útiles para explorar en aeródromos de terreno natural de dimensiones reducidas pero la Unión Soviética fue el primero en resolver este problema.

 

Todos los aviones y helicópteros soviéticos se exhibie­ron junto a los demás en vuelo durante una gran fiesta aérea y despertaron la atención general.

 

En el desfile aéreo se pudo observar directamente desde el campo el vuelo de unos ochenta aparatos. Por desgracia dos accidentes ensombrecieron la fiesta. Un caza francés Mirage se incendió al aterrizar, ya en el suelo, el piloto logró salvarse, pero el avión ardió. El segundo caso, más trági­co ocurrió durante un ejercicio acrobático en grupo. En la última figura un piloto francés se estrelló contra el suelo y el avión estalló.

 

La aviación soviética estuvo representada por helicópteros de los modelos de Mill y Kúmov y los aviones IL-62, Tu-134 y Yak-40. Todos volaron afortunadamente, sin per­cances de ningún género. Después de la exhibición de nues­tros aparatos en vuelo el embajador de la URSS Valerián Zorin presentó los constructores soviéticos al Primer Mi­nistro francés Pompidou, que asistía a la fiesta y saludó calurosamente a la delegación soviética.

 

En general el interés manifestado en Paris por la técnica soviética fue inmenso tanto por parte de los numerosos visitantes como de los especialistas en aeronáutica.

 

A los componentes de la delegación nos conmovió mucho el honor que nos dispensó en la solemne apertura del Salón Internacional el Presidente de Francia, general De Gaulle, que después de visitar el pabellón francés se encaminó di­rectamente al stand soviético. Junto al cohete Vostok, Zo­rin presentó los miembros de nuestra delegación al Presi­dente. Luego el general De Gaulle visitó el pabellón soviético del Cosmos donde le dieron explicaciones nuestros cos­monautas Pável Beliáev y Konstantin Foktistov. Yo había visto a De Gaulle por primera vez en Moscú más de dos dece­nios atrás, en un banquete ofrecido en el Kremlin cuando él representaba a la Francia combatiente.

 

En el Salón de Paris tuve interesantes entrevistas con varias personalidades insignes de la aeronáutica mundial, ante todo con Igor Sikorsky. Este celebre constructor que en 1967 frisaba ya en los ochenta años, conto se sabe, creó en Rusia el Iliyá Múromets, primer avión gigante poli motor en el mundo, durante la Primera Guerra Mundial. Emigrado en Norteamérica, continuó trabajando en nuevos modelos de aviones y sobre todo de helicópteros, alcanzó grandes éxitos y conquistó fama mundial.

 

En uno de los días de la exposición, cuando se exami­naba el avión Yak-40, me presentaron a un joven que re­sultó ser Serguei, hijo de Sikorsky. Me rogó:

 

- Permítame que traiga a mi padre. Se sentirá feliz de conocerle.

 

A los diez minutos llegó con su padre, Igor Sikorsky, un anciano enjuto y muy animoso todavía que me causó grata impresión. Invite a Sikorsky a subir al avión, el aparato le gustó. Sikorsky repetía a menudo en la conversación­: Nosotros los rusos!“ "en nuestro país, en Rusia“, “estoy orgulloso de tener tan magnífico relevo”, ”los rusos dan el ejemplo de alto nivel de la técnica creando tales apa­ratos", "nosotros seguimos atentamente su trabajo". Se veía que estaba emocionado. Dijo que en nuestro avión se sentía "como en un pedazo de la tierra natal". Sikorsky pidió trans­mitir su más cordial saludo a Túpolev. Regalamos unos suvenirs  a Sikorsky. Al despedirse dijo que se enorgullecía de nuestra aeronáutica y que quería hacer un viaje a Moscú. Los dos Sikorsky, padre e hijo, hablan perfectamente el ruso y los dos sueñan con venir a Moscú.

 

Luego nos presentaron al célebre constructor de aviones francés Henri Potez, uno de los veteranos de la aviación fran­cesa, contemporáneo de Luis Bleriot. Examinó todos nuestros aparatos, entre ellos el Yak-40, y expresó su admiración no sólo por el nivel de la técnica sino también por el enorme im­pulso dado a los trabajos en la esfera de la aeronáutica y balística. Dijo con tristeza: "Nosotros, los franceses, no tene­mos fuerzas para eso". Cuando yo le ensene el Yak-40 me abrazó y se le saltaron las lágrimas.

 

Tuvimos un emocionante encuentro con Luis Delfino; ex jefe del regimiento Normandia-Niemen (fue hasta su muerte, acaecida en junio de 1968, inspector general de las Fuerzas Aéreas de Francia). Habló muy afectuosamente de la frater­nidad de armas de los pilotos soviéticos y franceses en los años de la lucha conjunta con los fascistas alemanes, de los hombres soviéticos y de los cazas Yak en los que había com­batido. Cuando Delfino entró en el Yak-40, recordando el Yak-3 en el que volara durante la guerra, exclamó:

 

-"¡Oh, sien­to que aquí huele a Yak!"

 

Yo le pregunte:

 

- “¿Eso es bueno o malo?”

 

- "¡Claro qué bueno!– respondió -. Se ve en todo el Yak".

 

Delfino escribió en el libro de opiniones:

 

"A A. Yákovlev, no sólo con mi vieja gratitud por los aviones admirables que me permitió pilotar durante la Guerra, sino también con mi admiración por los aviones modernos y prestigiosos que ha construido después. Afectuosamente,

L. Delfino".

 

El insigne constructor norteamericano, autor de los avio­nes de pasaje mundialmente famosos Douglas, después de examinar minuciosamente el Yak-40, escribió:

 

`"Un avión muy interesante para las rutas cortas. Donald Douglas, Presidente de la Douglas Aircraft Co".

 

Más no sólo estas personalidades tan destacadas de la aeronáutica mundial sino una infinidad de pilotos, ingenieros y gentes sencillas de diversos países dejaron en el libro de visitantes del avión Yak-40 sus anotaciones que reflejan el interés y la simpatía general por nuestra técnica, por nuestros hombres y por el País de los Soviets.

 

"Un avión muy impresionante. D. Anderson, Dirección General de la Aviación Civil. Australia".

 

"¡Viva la amistad franco-soviética! ¡Viva la paz! (Firma). Francia".

 

'Por la amistad con los Soviets (firma.) Francia"

 

"¡Saludos en espera de veros en Madrid muy pronto! Viva la URSS! (Tres firmas.) España".

 

"España os saluda. (Firma.)"

 

"Realizaciones sensacionales del gran pueblo de la URSS, (Firma.) Francia".

 

"Formidable. (Firma.) Francia".

 

"Deseo nuevos éxitos a los amigos rusos . Un argelino (Firma.)”

 

"¡Muy interesante! (Firma.) Casa Fohler. Amsterdam. Holanda".

 

"¡Bravo y otra vez bravo! (Firma.) Francia".

 

"Yo aprecio el confort de este maravilloso aparatito. (Firma.) Francia".

 

Y he aquí lo que escribieron del Yak-18:

 

"El mejor avión de acrobacia del mundo. ¡Mis felicita­ciones! (Firma.) Francia".

 

"A mi me gusta el Yak-18 y siento que como avión acro­bático será difícil  superarlo, quisiera probarlo. Posiblemente visite algún día vuestro maravilloso país. (Firma.) Cape Town, Africa del Sur".

 

"Muy impresionado por el avión Yak-18PM. He recibido una inmensa satisfacción. (Firma.) USA".

 

"Bravo, continuad. (Firma.) Y. Renau, Nancy, Francia".

 

Yo había tenido ocasión de asistir a tres salones parisinos. Comparándolos se veía el progreso alcanzado por la aviación en los últimos años. Esta vez también en los stands y en los pabellones había muchas cosas interesantes.

 

Tomando la impresión de conjunto hay que destacar el gran trabajo que realizan las firmas extranjeras para perfeccionar la instalación del avión, los aparatos, así como la ca­bina del piloto y el salón de pasajeros desde el punto de vista del confort y del acabado. Todas las firmas sin excepción dedican gran atención  a los problemas de la economicidad, del abaratamiento del costo tanto de los aviones y motores completos como de los distintos bloques.

 

Los stands de Francia se distinguían por los adelantos técnicos y el buen gusto en la decoración. La industria aeromántica francesa mostró, entre otras cosas, los resultados de su trabajo en los aparatos que garantizan la seguridad de los vuelos y la posibilidad de que los aviones aterricen en com­plicadas condiciones meteorológicas. Francia presentó un grupo de excelentes aviones de combate tipo Mirage. De los aviones civiles franceses llamaban la atención el pequeño Mystere-20 para diez pasajeros, que se distingue tanto por sus elevadas cualidades de vuelo como por el confort. Eran interesantes también los aparatos pequeños de otros países para el servicio y de uso particular. En general hay que decir que no menos de la mitad de las muestras del Salón eran avionetas de dos, cuatro, seis y ocho plazas. Por lo visto los medios terrestres de locomoción -los automóviles con ca­bida para dos y hasta ocho pasajeros -ya no siempre aco­modan a los hombres de negocios. Hace falta una avioneta de pequeñas dimensiones que no necesite aeródromo y que traslade a cualquier sitio tres o cuatro veces más rápidamente que un automóvil. Las avionetas de dos, cuatro y seis plazas eran presentadas no sólo por pequeñas firmas de Norteamérica, Inglaterra y Francia sino también por colosos como Sud-Aviation, Dessairlt y la firma inglesa Hawker.

 

Una de las muestras centrales del Salón era una maqueta metálica en tamaño natural del avión supersónico de pa­sajeros Concorde en el que colaboran Francia e Inglaterra. La maqueta expuesta en Le Bourget daba la impresión de un aparato listo para el vuelo. Cerca de ella se formaba desde por la mañana una cola larguísima de deseosos de entrar en el avión y contemplar su construcción. El Con­corde da cabida a 140 pasajeros y está calculado para una velocidad de crucero de 2.100 kilómetros por hora. La dura­ción de la travesía de Paris a Nueva York será de unas dos horas nada más. Los franceses llamaban este aparato el primer avión supersónico de pasaje en el mundo.

 

Según los especialistas franceses el primer vuelo de prueba del Concorde debía efectuarse el 28 de febrero de 1968. En todas las recepciones y entrevistas se nos mencio­naba con seguridad la fecha del 28 de febrero. Pero los franceses no lograron cumplir su propósito y el primer vue­lo se fue demorando.

 

Antes los Estados Unidos mostraban exclusivamente material belico. Este descarado alarde de armamento no podía despertar simpatías en la inmensa mayoría de los visitan­tes. Teniendo en cuenta por lo visto esta reacción desfavo­rable para ellos, en el Salón de 1967 los norteamericanos presentaron también varios aviones de pasajeros. Pero lo principal en esta ocasión continuó siendo el material de guerra. Así, EE.UU. no resistieron a la tentación de exhibir una vez más al público su bombardero de asalto Phantom, que se ha ganado triste fama por los bombardeos de Viet­nam del Norte.

 

Desde el punto de vista de la construcción era intere­sante el reactor F-lll, presentado por los norteamericanos, que posee una velocidad de 2.700 kilómetros por hora. Este avión puede aumentar o disminuir en vuelo el ángulo de su ala sagital. La idea de crear tal avión se estudia en muchos países.

 

Análoga atención despertó otro reactor de guerra de producción inglesa, el Ilawcer P-1127. Este caza de asalto no necesita aeródromo: se eleva y desciende verticalmente, alcanza una pequeña altura sin carrera y pasa al vuelo ho­rizontal.

 

Excepto este avión los ingleses no mostraron nada de particular interés. Por otra parte, no sorprende. Cuando estuvimos en 1966 en la Exposición Aeronáutica de Farn­borough allí ya se veía que en Inglaterra prácticamente no se realizan nuevos proyectos por razones económicas sobre todo. Se suspendieron los trabajos incluso sobre un avión de guerra para diversas misiones como el TSR-2 ya construi­do, muy prometedor y que ofrecía grandes perspectivas. El Gobierno inglés estimó más ventajoso comprar la patente del F-Ill, un avión norteamericano ya ensayado y lanzado en serie.

 

A pesar de su alto nivel técnico a Inglaterra le es difícil competir con EE.UU. en la producción de aviones y parti­cularmente de aparatos civiles. Una aeronave reactora transcontinental tan excelente como la VC-I0, de la casa inglesa Vickers, se fabrica en número insignificante y fundamental­mente para las líneas aéreas británicas y para mantener el prestigio nacional. Las aeronaves norteamericanas de análogo tipo Boeing-707 se producen en grandes series y han monopolizado todas las líneas aéreas internacionales. Con­versando con muchos ingleses tuve ocasión de oír más de una vez: "A nosotros nos es difícil competir con las super­potencias Norteamérica y Rusia".

 

Las muestras del Salón Aeronáutico Internacional de 1967, sobre todo las francesas e inglesas, llevan a la deduc­ción de que Europa Occidental, por el nivel del desarrollo de la técnica, lejos de rezagarse de Norteamérica en muchos aspectos marcha delante de ella. Y eso pese a las afirma­ciones de los norteamericanos de que Europa no puede pres­cindir de ellos. Un elocuente desmentido de esa afirmación es el Concorde, producción franco-inglesa que aparecerá mucho antes que el avión supersónico norteamericano de pasajeros. Si, Europa puede resolver por sí misma; sin "ayuda" norteamericana, los problemas más complejos de electrónica, radio y aeronáutica. Pero el colosal potencial económico de EE.UU. ahoga y aplasta los recursos creativos y productivos nacionales de Europa Occidental.

 

Me parece que en Europa existen buenas perspectivas y posibilidades para la colaboración tecno-científica particu­larmente en el desarrollo de la aviación. En las entrevistas con nuestros colegas franceses que, como regla, transcurrieron en un ambiente de simpatía mutua, se hablaba cons­tantemente de la necesidad de establecer tal colaboración, que, indudablemente, respondería a los intereses del forta­lecimiento de la paz y la seguridad.

 

Gracias a http://militera.lib.ru

El texto original en ruso se encuentra aqui

 

HR_LeNoir / HR_Ootoito / HR_Grainovich

 
 

 

 

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