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ALEKSANDR SERGEEVICH YAKOVLEV
 
"LA META DE MI VIDA"
 

 

LAS ALAS DE LA PATRIA

 

El 9 de julio de 1961, tras un intervalo de cuatro años, se celebró en Túshino el desfile aéreo.
 
1961 fue para nuestra Patria un año de grandes éxitos. La gran victoria de los primeros cosmonautas Yuri Gagarin y Cuerman Titov llenó el corazón de los soviéticos de orgullo por las realizaciones del pasado reciente e hizo acariciar sueños de triunfos creativos aún más grandes en el futuro inmediato.
 
Todo el que estaba relacionado con nuestra aviación, tanto los pilotos de la flota de guerra como de la civil, constructores, ingenieros u obreros de la industria aeronáutica, lanzaba una mirada al camino recorrido, hacia balance de sus afanes y pensaba en las perspectivas.
 
Para nosotros, los aviadores, el desfile aéreo de Túshino fue una rendición de cuentas ante nuestro pueblo.
 
En la fiesta de la aviación se congregaron centenares de miles de espectadores para ver las novísimas realizaciones de la técnica aviadora, la pericia de los pilotos y de los depor­tistas del aire.
 
El desfile, que duró casi dos horas, mostró que durante los últimos años la Flota Aérea de la URSS se había reno­vado de manera radical. Habían aumentado incomparablemente la velocidad, radio de vuelo y techo de la aviación.
 
En la fiesta aérea se exhibieron por primera vez aviones supersónicos reactores de combate de distinta misión: cazas armados con cohetes aire-aire, porta cohetes pesados con mi­siles aire-tierra, aviones navales denominados "lanchas volantes", aviones de misión especial, un caza de despegue asistido, etc. En todos estos aparatos se habían establecido poco antes nuevos records mundiales de velocidad, altura y distancia. Las complicadísimas acrobacias de alta escuela individuales y en grupo evidenciaban la pericia de los pilo­tos que dominaban a la perfección la novísima técnica aviadora.
 
El desfile de 1961 reflejó los resultados de la revolución consumada en la aeronáutica.
 
La Flota Aérea de la URSS se hizo reactora. Nuestra aviación rebasó la velocidad del sonido. La velocidad de vuelo de varios cazas exhibidos en el desfile superó ya más del doble la del sonido.
 
Nuestra aviación fue dotada de cohetes. Los lentos bom­barderos se sustituyeron por veloces aviones porta cohetes.
 
La automática y la radioelectrónica permiten conducir con seguridad los aviones en cualquier estación del año, en cualquier condición meteorológica con salida exacta a los objetivos marcados.
 
Las enormes multitudes congregadas en el campo verde de Túshino seguían el cielo con el mayor interés y tensión. En el balcón del Aeroclub, al lado de los dirigentes del Partido y del Gobierno, se encontraban los constructores. A medida que transcurría el programa de vuelos cada uno de nosotros daba explicaciones a los miembros del Presidium del Comité Central y, de este modo, era como si rindiera cuentas de su trabajo.
 
Pero en este desfile se hizo balance no sólo de los pro­gresos de los aviadores. En el balance de los gigantescos esfuerzos de todo nuestro Partido, de todo el pueblo. En nuestro país la aviación era y es una creación predilecta y objeto de constante desvelo y orgullo del pueblo.
 
En el campo estallaban a cada momento los aplausos, los espectadores admiraban la maestría de los pilotos y la elevada calidad de los aviones.
 
En el desfile tuvieron una amplia representación los aviones de nuestra oficina de diseño. Cuarenta y cuatro Yak-18 iniciaron el festival aéreo desfilando en formación y dibujando en el cielo la palabra LENIN, enmarcándola con miríadas de fuegos de artificio. Remolcados por aviones Yak-12, llegaron hasta el aeródromo los planeadores. Depor­tistas de ambos sexos ejecutaron acrobacias en el Yak-18P. En los Yak-30 y Yak-32, primeros aviones escuela y deporti­vos de reacción creados poco antes en nuestro país, jóvenes aviadores hicieron gala de su arte de pilotaje en grupo. En la Parte militar del desfile junto con otros aparatos se mostraron nuestros aviones de guerra.
 
Y aunque tenía los nervios de punta -es fácil compren­der la emoción de un constructor cuyos aparatos participan en el programa- me traslade con el pensamiento al pasado.
 
Recordé la época ya lejana en que yo, un muchacho enamorado de la aviación, llegue en 1924 al Aeródromo Cen­tral de Moscú como motorista de un destacamento de vuelo consiguiendo por fin ver cumplido el sueño que acariciaba desde la escuela de estar cerca de aviones de verdad, tocarlos como si fuesen seres queridos y animados y conversar con pilotos y mecánicos de carne y hueso.
 
Recordé los desfiles aéreos celebrados veinte o vein­ticinco años atrás también aquí, en Túshino, en los que tornaron parte mis primeras avionetas deportivas.
 
Recordé asimismo el primer desfile aéreo en Túshino celebrado después de la guerra, en el verano de 1946, en el que se exhibieron los primogénitos de la aeronáutica reactora nacional -los cazas Yak-15 y MiG-9- que iniciaron una verdadera revolución en la ciencia y la técnica aeronáuticas de nuestro país. Desde entonces han pasado varios lustros nada más, pero que lejos ha avanzado nuestra aviación en este tiempo, que pasos tan gigantescos han dado nuestra ciencia, nuestra técnica y nuestra industria.
 
Es significativo que después del desfile de 1961 durante varios días toda la prensa extranjera y, cosa sintomática, no sólo la especializada estuvo llena de informaciones sobre el desfile de Túshino. Por motivos comprensibles la prensa de los países burgueses dedicaba particular atención a los aviones de guerra. Para Occidente fueron una verdadera sorpresa la envergadura de los trabajos y el alto nivel de la aviación militar en la Unión Soviética. Allí creían que todos nuestros esfuerzos y recursos se orientaban a impulsar la cohetería y que no atendíamos a la aviación.
Citare algunas manifestaciones.
 
El periódico londinense Daily Mail publicó un artículo de su observador científico Stevenson Pugh, que asistió al desfile de Tushino. Escribió que la URSS había mostrado nuevos aviones reactores "que poseen velocidad supersónica y que prometen asegurarle en la aviación el primer puesto, igual que lo ocupa en la exploración del espacio". "Ensordecido por el rugir de los aviones, me sentía como un pequeño insecto -comunica sus impresiones Pugh-. No he visto en ningún desfile de Aeronáutica, Francia o Inglaterra una maestría comparable a la de Túshino. EI desfile ha conven­cido a Occidente de que Rusia no consagra todos sus esfuer­zos militares a la cohetería, ni mucho menos".
 
El New York Times fijó la atención en un aparato reac­tor de despegue asistido y, remitiéndose a expertos occiden­tales, declaró que EE.UU. "no tenían nada comparable en el aspecto combativo a este avión soviético".
 
EI sueco Svenska Dagbladet, citando a los mismos expertos, llegó a análoga deducción que el New York Times.
 
El periódico austriaco Neues Osterreich exclamó: "¡Ha sido una exhibición de Fuerzas Aéreas como el mundo no había visto hasta ahora!"
 
Y un testimonio más, el del diario parisino Paris-Presse
 
l'Intransigeant:
"Ha sido una revelación estremecedora: hasta ahora los rusos parecían haberse dedicado totalmente a la fabricación de cohetes y los occidentales podían pensar que poseían todavía un avance notable en el dominio de los aviones pilo­tados. En esta fiesta aérea de Túshino los rusos han demos­trado ser capaces de dedicar a la par su esfuerzo al dominio espacial y a la creación de los aviones que mostraron ayer. Aquí no se creía que pudieran poseer tales aparatos".
 
He citado manifestaciones de periódicos que en su mayoría no miman mucho a sus lectores con informaciones veraces sobre los éxitos de la URSS. Pero esta vez no pu­dieron sobreponerse a su asombro al hablar de las excelen­tes cualidades de la aviación soviética. La verdad es la verdad.
 
Los aviones militares y deportivos son los primeros en conquistar grandes velocidades y alturas de vuelo, pero estos éxitos de la técnica aviadora se hacen rápidamente patri­monio de la flota aérea civil que en los últimos años se desarrolló en nuestro país quizá con no menor ímpetu que la aviación militar. Y eso se mostró persuasivamente en el desfile en el que se dedicó una sección entera a los aviones de pasaje Tu-104, Tu-114, IL-18, An-10 y otros.
 
Nuestra aviación civil es relativamente joven. Es cinco años más joven que el Poder de los Soviets. La primera línea aérea Moscú-Nizhni Nóvgorod, de 420 kilómetros, se auguró en 1923.
 
La aviación civil soviética ha recorrido un largo camino que no estuvo sembrado de rosas. Recuerdo mediados de los años treinta cuando en las líneas aéreas de la Unión Soviética volaba un número insignificante de aviones de pa­sajeros K-5 y postales P-5, monomotores de pocas plazas y anticuados sin remedio. Estos aparatos se rezagaban consi­derablemente del nivel mundial de la aeronáutica. Entonces las empresas del Comisariado del Pueblo de la Industria Pesada prácticamente no construían aviones civiles. Para este fin Aeroflot -antes se llamaba DGFAC (Dirección Ge­neral de la Flota Aérea Civil)- disponía de pequeños insti­tutos científicos y fábricas, mas no podía alardear de resul­tados más o menos sensibles. En 1930 se creó el avión Stal-2, que obtuvo una elevada calificación en la Exposición Aeronáutica de Paris, pero para los años 1934 y 1935 también había envejecido. No se sabe por qué Aeroflot se aficionó entonces a la construcción de aviones de acero inoxidable, el material más deficitario en aquel tiempo en nuestro país, mientras que en todo el mundo se utilizaban ampliamente el simple acero al carbono, el duraluminio y la madera. Se retrasaba muchísimo la producción de motores para la avia­ción civil.
 
Los medios aeronáuticos y la prensa criticaban en aque­llos años a Aeroflot por el atraso del transporte aéreo civil.
 
¿Y nuestros aeródromos? Me permito citar un pasaje de un artículo que escribí a comienzos de 1935:
 
"La proximidad de la temporada de verano sugiere una Serie de tristes pensamientos acerca del aeropuerto de Moscú. La estación aérea central de la Unión Soviética, como se ha señalado ya reiteradamente tanto en la prensa especiali­zada como en la gran prensa, no ha estado hasta ahora a su altura, ni mucho menos, mostrando a los pasajeros que llegan de las líneas aéreas de todo el mundo la capital prole­taria en su aspecto más feo y bastante indecoroso ya que la primera idea de los recién llegados a Moscú se forma de las impresiones que saltan a la vista en cuanto descienden. Estas impresiones son bastante desoladoras. La más clamo­rosa incultura en todas sus manifestaciones, tanto en la esfera de la explotación del material como en el aspecto puramen­te externo. La superficie arcillosa del aeródromo, accidentada, con hoyos y baches que hacen saltar al avión cuando rueda hacia el aeropuerto o se aleja de él, las nubes de polvo en el seco verano que levantan los motores envolvien­do a los pasajeros y a quienes acuden a despedirles. Si el tiempo es lluvioso toda la explanada adyacente al aeropuerto es un sucio pantano intransitable en el que no ya el hombre, el avión se hunde hasta el eje, impotente para moverse del sitio.
 
En el aeropuerto de Moscú todo -desde el abasteci­miento de combustible de los aparatos hasta el sistema de pases- todo reviste un carácter artesano, es un orden raro, inexplicable para el sentido común. El combustible se trans­porta en carros prehistóricos, tirados por jamelgos medio muertos. Al repostar el aparato la preciosa bencina de avia­ción se derrama sin compasión por el suelo. Los aviones de distintos dueños se alinean en el aeródromo a lo largo del territorio del aeropuerto y cualquiera puede llegar, des­montar una pieza, ponérsela a otro avión o llevársela del aeródromo sin que nadie le pregunte por qué hurga en un avión ajeno ni que quita.
 
Con el orden existente en el aeródromo es posible -sin bromas- robar hasta un avión.
 
Aun peores, indecorosos y sucios son los "traspatios" del aeropuerto donde se encuentran los talleres, depósitos y otras dependencias auxiliares. No se puede describir la su­ciedad, las acumulaciones de trastos de todas clases, la falta de vías transitables y la impresión de unas obras que no terminan nunca.
 
Es imposible seguir trabajando en tales condiciones. La falta de un buen administrador se deja sentir en todo. Incluso el rudimentario puentecillo de troncos que va desde la carretera de Leningrado a través de la línea del tranvía hasta la entrada del aeropuerto de Moscú se encuentra en un estado tan espantoso como creo que ya no los hay en nues­tras carreteras koljosianas. De nada sirven los senderos, los macizos de flores ni la valla blanca, única manifestación externa de esmero del aeropuerto moscovita.
 
Todo tiene su explicación. Para explicar todas estas guarrerías se nos ha dicho que no hay fondos. Permítaseme preguntar, ¿para qué fines se otorgan fondos al aeropuerto de Moscú? A nosotros nos parece que la única explicación justificada es que en el aeropuerto de Moscú no hay un buen administrador. Igual que todo lo nuestro, que todo lo soviético y que nuestra aviación, el aeropuerto de Moscú, el aeropuerto central de la Unión Soviética, debe ser el mejor del mundo. Y no dudamos de que, pese a los funcionarios y burócratas, en el futuro más inmediato los pasajeros que viajen por vía aérea a Moscú encontrarán un aeropuerto instalado según la última palabra de la técnica, con una pista asfaltada lisa y limpia, con surtidores de bencina para los aviones, carretillas automotrices para el transporte del equipaje, y las cargas, una estación aérea limpia y aseada con personal esmerado y un puente seguro y liso para los automóviles desde la entrada del aeropuerto hasta la carretera de Leningrado".
 
Es un cuadro del natural, sin ninguna exageración. Y ahora, cada vez que vuelo desde los aeródromos de Vnúkovo, Doruodedovo o Sheremetievo con sus enormes y airosas esta­ciones de cristal y metal inundadas de luz y con sus pistas de hormigón y auto tanques, recuerdo con una sonrisa el aeropuerto moscovita de comienzos de los años treinta...
 
Por extraño que parezca, en nuestro país se empezó a pensar de verdad en los aviones de pasajeros en plena guerra.
 
A fines de 1943 en los frentes marchaban bien las cosas. Nuestra aviación tenía dominio absoluto en el aire. La in­dustria aeronáutica trabajaba a pleno rendimiento y la pro­ducción de aviones aumentaba constantemente. Se había su­perado la grave situación en el suministro de aviones de combate al frente.
 
Entonces se empezó a hablar de los aviones de trans­porte y pasaje. La industria se hallaba en condiciones de abordar esta tarea sin perjuicio para la aviación de combate.
 
Iliushin trabajaba ya en el bimotor de transporte y pa­saje IL-12 del que se construía un modelo de prueba con motores Diesel. Surgió la necesidad de tener cuanto antes, sin pérdida de tiempo, un avión capaz de volar más rápidamente y a mayores distancias que el Li-2 de pasajeros, a la sazón el avión fundamental de la flota aérea civil.
 
Una tarde de enero de 1944 nos llamaron al Comisario del Pueblo y a mí al Kremlin para este asunto. Se nos plan­teó la tarea de construir un expreso de pasaje capaz de transportar a diez o doce pasajeros a la distancia de cuatro o cinco mil kilómetros sin escala.
 
Stalin preguntó si no se podía adaptar cualquiera de los bombarderos disponibles.
 
Era difícil decir al pronto si se podía alojar en el fuselaje de un bombardero a doce pasajeros y asegurarles el confort necesario para un vuelo de diez o quince horas. Por eso pedimos tiempo para reflexionar.
 
Informamos del trabajo de Iliushin sobre el IL-12. Se aprobó la creación del IL-12, mas, no obstante, Stalin pidió que pensáramos también en la posibilidad de utilizar el bom­bardero de Ermoláev.
 
Como se sabe, poco después comenzó la producción en serie del avión IL-12, pero ya no con motores Diesel, sino con dos motores de refrigeración por aire ASH-82.
 
En cuanto a rehacer el Er-2 como avión de pasaje no resultó conveniente.
 
De este modo, en los primeros años de posguerra, a par­tir de 1947, en las líneas aéreas civiles de la URSS circu­laba el IL-12 avión con dos motores de explosión, y poste­riormente el IL-14, modificación de este aparato. Para su tiempo eran aviones excelentes, muy económicos y con un alto grado de seguridad en vuelo.
 
En aquel mismo tiempo, después del IL-12, fue creado en la oficina de diseño de Iliushin un nuevo gran avión de pasajeros, el IL-18, con cuatro motores de explosión. Probó este avión Vladimir Kokkinaki, que dio una calificación muy alta de las cualidades de vuelo del aparato. Pero la primera variante del avión IL-18 no pasó a la producción en serie.
 
Pronto nuestra flota aérea civil empezó a rezagarse sen­siblemente de Occidente, donde ya a comienzos de los años cincuenta aparecieron aparatos de reacción y turbohélice de pasajeros mientras nosotros seguíamos volando en los IL con anticuado motor de explosión.
 
Y, como siempre en los casos en que hay que resolver un problema complicado y de importancia nacional en corto plazo, el asunto de los nuevos modernos aviones de pasaje para la flota aérea civil se discutió en el Comité Central del Partido.
 
Se encargó a los constructores Túpolev, Ilushin y An­tónov y a los dirigentes de la industria aeronáutica la crea­ción de aviones de pasajeros que respondieran al nivel mo­derno.
 
El resultado de estas decisiones fue que al cabo de dos o tres años aparecieron en las líneas aéreas aviones de pasaje An-104, Tu-114 y An-10 y el mencionado IL-18 en el que los motores de explosión habían sido sustituidos por motores turbohélices.
 
El 17 de agosto de 1964, la víspera del Día de la Aviación, asistí en el teatro del Ejercito Soviético al solemne acto dedicado a esta fiesta. Se repartió a los invitados el boletín en cuatro páginas Nóvosti Aeroflota (No­vedades de Aeroflot). Lo que leí en el me emocionó, a pesar de ser un hombre versado en asuntos de aeronáutica. Resultaba que Aeroflot es la empresa de aviación más grande del planeta. La longitud total de las líneas aéreas de nuestra avia­ción civil pasa de 450.000 kilómetros. El transporte aéreo atiende a la población de más de 3.000 ciudades y grandes poblados de la URSS. Las líneas aéreas Moscú-Sur de Saja­lin. Leningrado-Sur de Sajalin y Petropávlovsk de Kamchat­ka-Simferópol son las rutas continentales más largas del mundo. Nuestras aeronaves elevan algunos días de ciento cin­cuenta a doscientas mil personas. En 1964 usaron el trans­porte aéreo cerca de cuarenta millones de pasajeros. Aero­flot cumple una tercera parte del volumen mundial del trans­porte aéreo de pasaje.
 
Los aviones soviéticos vuelan regularmente a casi 40 capitales de países extranjeros. La extensión de las líneas aéreas internacionales de Aeroflot es de cerca de cien mil kilómetros. El Tu-114, aeronave insignia de Aeroflot, hace travesías de pasaje por las rutas Moscú-Ifabana, Moscú-Delhi. Más de treinta países extranjeros han adquirido en la URSS aviones Tu-104, IL-18 e IL-14.
 
A pesar de estos éxitos indiscutibles, en las oficinas de diseño no cesa ni un instante el trabajo para crear nuevos aviones de pasajeros más modernos y más perfectos. Y no está lejano el día en que nuestros aviones de pasaje, igual que los militares, posean velocidad supersónica de vuelo. En­tonces en la travesía de la URSS a América a través del océano o a la India a través de las más altas crestas mon­tañosas se invertirá unas tres o cuatro horas.
 
En los últimos dos o tres decenios nuestros científicos, constructores y numerosos trabajadores de la industria aero­náutica han recorrido un inmenso camino, lleno de dificul­tades vencidas y de batallas ganadas a las fuerzas de la naturaleza.
 
Los éxitos no se alcanzaron fácilmente. Son un merito no sólo de las oficinas de diseño sino también de nuestros institutos de investigación científica, del ICAH y otras instituciones que abrieron nuevos senderos en la cien­cia aeronáutica.
 
Los nombres de muchos científicos eminentes continua­dores de la causa de Zhukovski y Chapliguin, que llevan adelante nuestra ciencia aeronáutica y ayudan a impulsar la producción soviética de aviones, gozan de merecido prestigio y respeto en nuestro país.
 
En la lucha por el progreso de la aviación se han for­jado magníficos constructores de aviones, motores e instrumentos. Son de todos conocidas las colectividades de diseño de los constructores de aviones Túpolev, Iliushin, Mikoyán, Lávochkin, Sujói y Antónov, de los constructores de moto­res Klimov, Shvetsov, Mikulin, Liulka, Tumanski, Kuzne­tsov e Ivchenko.
 
Se podría escribir un libro sobre cada uno de nuestro principal constructor y mejor aún sería si lo escribieran ellos mismos, pero yo me voy a limitar a algunos recuerdos personales.
 
Un día de 1925, siendo yo mecánico en el Aeródromo Central de Moscú, estaba en un hangar arreglando el car­burador de un motor, cuando de pronto entró corriendo el otro mecánico que trabajaba conmigo en pareja, y dijo:
 
- ¿Quieres ver a Túpolev? Vamos.
 
- ¡A Túpolev? ¡Vamos allá!
 
En la línea de estacionamiento, junto a un hermoso aero­plano de plateadas alas, se apiñaba la gente. El aparato era metálico: el revestimiento de las alas y del fuselaje era de duraluminio ondulado.
 
El mecánico y sus ayudantes se afanaban junto al motor, en la cabina estaba sentado el piloto probador Mijail Gró­mov. Se dieron las últimas instrucciones y se pronunciaron las palabras de buen vuelo al piloto, se puso el motor en marcha y el avión rodó hacia la pista de despegue. En aquel momento del grupo de ingenieros y mecánicos se separó un hombre rechoncho con impermeable gris, a pelo y con las manos en los bolsillos, se adelantó algo y se detuvo a cierta distancia de los demás observando el aparato. Permaneció apartado todo el tiempo que duró el vuelo y nadie se acercó a él, nadie perturbó su emocionante tensión. Era Andrei Tupolev. Así se le veía en el aeródromo muchas veces, asistía siempre a las pruebas de sus nuevos aeroplanos. Parecía como si en aquellos momentos no sintiese la tierra bajo sus plantas y se encontrase integro, con todo su ser, en vuelo, dentro de su aparato.
 
Túpolev nació en la familia de un notario. En 1908, terminado el liceo en Tver, ingresó en la Escuela Técnica Superior de Moscú, donde fue activo socio del círculo de aeronáutica bajo la dirección de Zhukovski que construyó un planeador.
 
En 1919 Túpolev construyó un hidrodeslizador, embar­cación movida por una hélice aérea, y al cabo de algún tiempo un aerotrineo en los que por primera vez fueron escritas las iníciales ANT que habían de pasar a la historia de la aeronáutica soviética.
 
A la muerte de Zhukovski, Túpolev se convierte en el alma del Instituto Central Aerohidrodinámico, fundado por este. En el ICAH fueron construidos los aviones de Túpolev que alcanzaron fama mundial, comenzando por el ANT-3, creado en 1925.
 
Túpolev lanza casi cada año nuevos y nuevos aviones: el bimotor de bombardeo TB-1, el cuatrimotor pesado TB-3, el bimotor mediano SB, el avión gigante de ocho motores Máximo Gorki y el avión ANT-25 en el que llevaron a cabo sus famosas travesías Chkálov y Grómov.
 
Al final de la Guerra Patria, el bombardero bimotor Tu-2 gozaba de todas las simpatías de nuestros pilotos. En la posguerra Túpolev construyó varios nuevos aviones de combate y el Tu-104, aeronave de línea a reacción que de­sarrolla cerca de mil kilómetros por hora, ha conquistado fama mundial.
 
Un logro verdaderamente excepcional de Túpolev que coincidió con su septuagenario fue la creación del avión Tu-114, el avión más grande del mundo en aquel tiempo. El Tu-114 ha sido calculado para doscientos pasajeros. La distancia de vuelo sin escala es mayor que la de cualquier otro avión de pasaje. El aparato porta cuatro motores turbohélice. Desarrolla una velocidad de cerca de 900 kilómetros por hora. Cubre en doce horas la distancia de Moscú a Nueva York.
 
Andrei Túpolev tiene más edad que los demás ingenieros aeronáuticos de nuestro país, pero rebosa intensa energía. Pese a sus setenta años y pico y a la inmensa labor que despliega, es alegre y animoso como un joven y la sonrisa casi nunca desaparece de sus labios. Es sencillo en el trato, comunicativo y se ríe tan a menudo y de manera tan con­tagiosa que a muchos de nosotros, "jóvenes", nos da envidia.
 
Túpolev es una persona con vastos horizontes de ingeniería. En la década del treinta, cuando era ingeniero jefe de la Dirección de la Industria Aeronáutica, dedicó muchas energías a la construcción de grandes fábricas de aviones, sin que abandonara ni un instante su labor de proyectista. Mostraba interés por todo, quería verlo todo personalmente. A pesar de sus ocupaciones, acudió varias veces al aeródromo de Túshino y al club náutico Dinamo, sito en Jimki, para presenciar las pruebas que se hacían allí de mis nuevos avio­nes deportivos UT-l, UT-2 y otros.
 
Para mí, joven constructor entonces, las conversaciones con Túpolev y sus observaciones criticas tenían mucha im­portancia.
 
Andrei Túpolev ha educado a toda una pléyade de nota­bles constructores, entre ellos Vladimir Petliakov, Pável Sujoi y Vladimir Miasischev, que estudiaron en la Escuela Técnica Superior de Moscú y luego trabajaron en el ICAH bajo la dirección de Tupolev. Sujoi, Miasischev y Petliakov cursaron la escuela de Túpolev haciéndose constructores de aviones de combate.
 
Vladimir Petliakov, uno de los primeros discípulos de Túpolev, llevó a cabo una gran labor en la esfera de la aviación de bombardeo. Participó en la creación de casi todos los aparatos diseñados en la oficina de Túpolev a partir del ANT-1, el ANT-2 y el ANT-4 y en los años de preguerra dirigía ya una oficina de proyección indepen­diente. Petliakov poseía una inmensa experiencia, conocía a la perfección su oficio y gozaba de gran autoridad. Bajo su dirección se creó antes de la guerra el bombardero pesado cuatrimotor Pe-8, que se fabricó en serie cerca de dos años. El avión Pe-2 -bombardero bimotor de picado de velocidad próxima a la del caza fue el bombardero táctico funda­mental de las Fuerzas Aéreas soviéticas y se acreditó exce­lentemente en los años de la Gran Guerra Patria.
 
La fábrica donde se producían en serie los aparatos Pe-2 se encontraban en una de las ciudades periféricas. En el in­vierno de 1941, llamado urgentemente por el Gobierno, Pe­tliakov salió en su avión Pe-2 para Moscú. En el aire un des­perfecto de la nave provocó un incendio. Vladimir Petliakov pereció.
 
Al morir Petliakov fue nombrado diseñador jefe de la colectividad Vladimir Miasischev que dirigió con acierto to­dos los trabajos de perfeccionamiento del Pe-2.
 
Llevan el nombre de Miasischev aparatos reactores poli­motores de primera clase creados por él en los últimos años.
 
Pável Sujói encabezó la brigada que proyectó y cons­truyó el avión de distancia record RD. Bajo su dirección se creó también el avión DB-2 Ródina en el que las aviadoras Grizodúbova, Osipenko y Raskova establecieron en 1938 su record de vuelo sin escala de Moscú al Extremo Oriente. En el periodo posbélico ha creado varios cazas reactores su­persónicos excepcionales por sus cualidades tácticas y de vuelo.
 
Si Petliakov, Miasischev y Sujói son discipulos de Tú­polev, Arjánguelski es su mano derecha, fiel colaborador amigo. Conozco a Alexandr Arjánguelski cerca de cua­renta años. La figura larga y magra de Alexandr Arjánguelski con su maliciosa sonrisa, un ojo guiñado y la tradicional gorra negra usada hasta no poder más, pero que "le daba suerte" podía verse siempre junto a los aviones de Túpolev en el aeródromo, en el taller de la fábrica o en la oficina de diseño. Es una persona encantadora, un ingeniero expertísimo, amo y niñera por cuyas manos han pasado todos los aparatos nacidos en la colectividad de Túpolev.
 
En mi vida ocupa un gran lugar la amistad con Serguei Iliushin.
 
Iliushin era el de más edad entre la joven generación de constructores. Yo le conocí en 1923 como uno de los organizadores de las primeras competiciones de planerismo en la URSS y vi su primera construcción, el planeador Mas­ticczhart. Desde que di los primeros pasos en mi labor de proyectista he contado siempre con el apoyo de Serguei Iliushin, a la sazón alumno de la Academia de la Flota Aérea y hoy constructor de fama mundial.
 
Serguei Iliushin nació en el campo, en la provincia de Vólogda, en el seno de una numerosa familia campesina. De muchacho, como los hermanos mayores, marchaba en busca de un jornal. Fue peón en las fábricas de IvánovoVozneseusk y Petersburgo y obrero en la construcción del astillero de Revel. ¡A dónde no le lanzaría la suerte! Le llevó también al aeródromo de Petersburgo donde en septiembre de 1910, al celebrarse la primera semana de la aviación, Serguei Iliu­shin trabajó de peón en la limpieza y alisamiento del campo de aterrizaje. En 1914 fue llamado a filas. En el aeródromo de la comandancia militar de Petersburgo recorrió el camino de peón a ayudante de mecánico y, luego, a piloto.
 
Durante la guerra civil, Iliushin era ya jefe de unos talleres móviles de aviación, un tren taller que se despla­zaba de uno a otro frente para reparar aviones.
 
Después de la guerra civil Serguei Iliushin ingresa en la Academia de la Flota Aérea; cuando se licencia trabaja en el Comité Científico-Técnico de la Dirección de las Fuer­zas Aéreas y a mediados de los años treinta pasa a la in­dustria aeronáutica. En la oficina central de diseños de la fábrica Menzhinski proyecta su primer avión de combate DB-3 (bombardero estratégico). La historia de este bombardero, como la del avión de asalto IL-2, es notable y muestra que Iliushin, como cada innovador, alcanzó la fama y éxitos excepcionales pasando por serias pruebas, venciendo no sólo dificultades técnicas, sino luchando tenazmente con la ruti­na y el estancamiento de los hombres.
 
El avión DB-3 fue construido a comienzos del año 1936. El primer vuelo se efectuó en marzo del mismo año, las pruebas las llevó a cabo el piloto Vladimir Kokkinaki. Y el 1 de mayo el DB-3 tomó parte con otros aviones en el desfile aéreo. Al pasar sobre la Plaza Roja Kokkinaki que pilotaba el DB-3 ejecutó varias veces el rizo causando una gran impresión a todos, incluido Stalin que, como de cos­tumbre, se encontraba durante el desfile en el Mausoleo de Lenin. Nadie suponía que en un gran bimotor de bombar­deo se pudieran hacer acrobacias de alta escuela.
 
Al día siguiente, 2 de mayo, Iliushin y Kokkinaki fueron llamados al Kremlin. Stalin, Mólotov, Voroshilov y Ordzho­nikidze felicitaron al constructor y al piloto y les pregunta­ron detalladamente por el avión. Allí mismo se tomó la decisión de montar la producción en serie del aparato.
 
Claro está, lo decisivo para fabricar en serie el DB-3 no fueron las acrobacias sobre la Plaza Roja. Con iguales características y con los mismos dos motores -M-86 de 750 HP- este avión desarrollaba mayor velocidad que el ANT-1 de Túpolev, de análogo destino, que se había comenzado a producir en serie poco antes. La velocidad del DB-2 de- 343 kilómetros y la del DB-3, de 403.
 
Sin embargo, a pesar de la decisión del Gobierno, el DB-3 se construía adrede muy despacio. No querían hacer DB-3 para no estorbar la producción en serie del DB-2, esto llegó a conocimiento del Comité Central. En la fábrica se personaron Voroshilov, Ordzhorrikidze y el jefe de las Fuerzas Aereas Alksnis que echaron un broncazo al direc­tor y al dirigente de la organización del Partido. Repren­dieron sobre todo al director de la fábrica que al poco tiempo fue destituido. Después se desplegó a toda marcha la producción del DB-3.
 
EI avión experimental de asalto IL-2 pasó las pruebas ofi­ciales en enero de 1940 y permaneció estancado hasta di­ciembre. Los militares le cerraban el paso por considerar que el espesor del blindaje no era suficiente. De este modo se desperdició casi un año entero.
 
Perdidas todas las esperanzas de llegar a un acuerdo sobre este asunto, el 7 de noviembre de 1940 Iliushin se quejó a Stalin por escrito. Poco después Stalin lo llamó y le preguntó minuciosamente por el IL-2. Al final de la con­versación, Stalin dijo:
 
- Ese es precisamente el avión que necesitamos. Hay que montar inmediatamente su producción en serie.
 
Se adoptaron medidas extraordinarias y ya en marzo de 1941 salieron de los talleres los dos primeros aviones en serie IL-2.
 
Prueba de la importancia que concedía el Cuartel Gene­ral a los aviones de asalto IL-2 es que el 23 de diciembre de 1941 los directores de las fábricas de aviación recibieron la prescripción categórica de acelerar la producción de aviones IL.
 
He aquí el texto del telegrama de Stalin:
 
"Usted ha jugado una mala pasada a nuestro país y a nuestro Ejército Rojo. No se digna hasta hoy producir el IL-2. Nuestro Ejército Rojo necesita ahora aviones IL-2 como el aire, como el pan. Shenkman entrega un IL-2 al día y Tretiakov uno o dos MiG-3. Eso es burlarse del país y del Ejército Rojo. No necesitamos MiG, sino IL-2. Si la fábrica 18 piensa engañar al país entregando un IL-2 al día se equivoca cruelmente y será castigada por ello. Le ruego no hacer perder la paciencia al Gobierno y exijo que produzcan más aviones IL. Advierto por última vez. N° P553. STALIN".
 
Se produjo uno de los milagros de los tiempos de la guerra. La fábrica, que había comenzado a asimilar los IL en vísperas de la guerra, montó ahora su producción regular en el nuevo lugar después de la evacuación. Otra fábrica que lanzaba hasta entonces cazas MiG-3 reorganizó tecnológicamente en un plazo jamás visto todo el proceso de pro­ducción y pasó por entero a la fabricación de aviones de asalto. Fueron replanteados de nuevo los talleres de mon­taje y de bloques; se construyeron todos los equipos nece­sarios: bancos, gálibos, instrumentos y dispositivos especia­les, se diseñaron y pusieron en marcha en brevísimo plazo líneas de transferencia para el montaje tanto de distintos bloques como de los aviones de asalto en conjunto.
 
En cierta ocasión me lleve un gran susto, temiendo por la vida de mi amigo Iliushin. Habíamos construido en 1935 un aparato de enlace, de tres plazas, bonito, cómodo y de sencillo manejo. Había tomado parte en el vuelo de Sebas­topol a Moscú y obtenido un premio.
 
Ese aparato le gustó mucho a Iliushin. Por entonces, sus aviones no se fabricaban en Moscú y el tenía que hacer frecuentes vuelos de ida y vuelta a la capital volaba en el lento Po-2 y perdía mucho tiempo. Nos pidió que le cediéramos nuestro aparato y lo hicimos con placer.
 
Iliushin vino a Moscú varias veces en ese avión y siempre que me veía me daba las gracias. Pero una vez, Raivicher, jefe del aeródromo, me telefoneó por la noche y me dijo:
 
- Acabamos de recibir un parte en el que se comunica que el constructor Iliushin se ha estrellado en un avión rojo rumbo a Moscú... ¿No es ese tu aparato?
 
El avión que le había entregado a Iliushin era de color rojo. Me quede atónito de espanto. ¡Iliushin se había estre­llado! ¿Que habría ocurrido? No sabía qué hacer.
 
Al fin llegó una noticia consoladora, se había estrellado el avión, pero el piloto había quedado con vida.
 
Vi a Iliushin a los pocos días. Llevaba la cabeza ven­dada. Abrace a mi amigo con un indecible sentimiento de alegría.
 
- Alexandr -me dijo-. No tengo quejas contra ti. El aparato es magnífico, pero resulta que el motor no funciona sin aceite, no hay que perder de vista esta "pequeñez".
 
El motor se había estropeado en el camino por falta de aceite. La culpa de la avería era del mecánico, que se había olvidado de llenar de lubricante el depósito. Iliushin tuvo que tomar tierra a oscuras en un paraje desconocido. En memoria de este desagradable suceso le quedó para toda la vida una cicatriz en la frente.
 
Igual que otros constructores, Serguei Iliushin trabajó la creación de nuevos aparatos veloces. En un desfile vimos pasar los bombarderos a chorro IL-28 despertando un sentimiento de orgullo por nuestra aviación.
 
En los últimos años ha alcanzado vasta fama en nuestro país Oleg Antónov, el tercer constructor de aeronaves reactores multiplazas. Su An-10, lo mismo que el Tu y el IL, en las líneas distantes. Antes de la guerra Antónov trabajó en mi oficina de diseño, era mi suplente. Comenzó creando aviones ligeros y su An-2 destinado especialmente a la aviación agrícola puede despegar desde cualquier terreno. En los últimos años bajo su dirección se ha creado toda una familia de aviones An, entre ellos el Anteo, que es el apa­rato de carga y transporte más grande del mundo.
 
La ruta que llevó a Artioni Mikoyán a la aviación fue un tanto inusitada. De preguntar a cualquiera de nuestros, destacados ingenieros aeronáuticos por que se sintió atraído por la aviación y se hizo, en fin de cuentas, inge­niero constructor, la respuesta será casi la misma en todos los casos. Estará relacionada con alguna rendija o agujero en la valla del aeródromo, a través del cual entabló en su juventud el primer conocimiento con la aviación. Así me ocu­rrió a mí y así les ocurrió a la mayoría de los demás cons­tructores.
 
Artiom Mikoyán es una excepción de esa regla. Entró en la aviación sin pasar por ese grado previo de instrucción aeronáutica.
 
Mikoyán nació en 1906 en una aldea montañosa del Cáucaso, en Armenia. Su padre era carpintero. Por los con­tornos no había vallas tras las cuales se ocultasen aeroplanos. Tampoco había aviones en Tiflis cuando el llegó en 1918 a estudiar. De Tiflis se trasladó a Rostov, estudió en una escuela de aprendizaje fabril y trabajó como aprendiz de tornero en la fábrica de máquinas agrícolas, Krasni Axai. Después fue tornero en la fábrica Dinamo de Moscú e hizo el servicio en el Ejército Rojo. Conoció la aviación sólo cuando hubo terminado los estudios en una escuela militar e ingresado, posteriormente, en la Academia Militar de Aviación. Y quizá se decidiera por este arma en 1933, cuan­do, formados los alumnos de la Academia delante de Yákov Alksnis, comandante en jefe de las Fuerzas Aereas, Artiom Mikoyán, secretario de la organización del Partido del pri­mer curso, fue uno de los primeros en ofrecerse voluntario para saltar con paracaídas. En aquel tiempo el paracaidismo sólo empezaba a extenderse por nuestro país, era cosa nueva y aún se le temía.
 
Pasados muchos años Artiom Milkoyán refería de manera pintoresca y divertida cómo efectuó el salto y el miedo que le dio. Pero todo acabó felizmente y creo que Mikoyán es el único ingeniero aeronáutico soviético con derecho a os­tentar la insignia de paracaidista.
 
Artiom Mikoyán empezó su labor de proyectista con el constructor Mijail Gurevich, dirigidos por Polikárpov, uno de los ingenieros aeronáuticos soviéticos más antiguos.
 
Gurevich, ayudante del venerable constructor de cazas Polikárpov, y Mikoyán, a la sazón joven diseñador, pensaron crear un aparato de altura que superase en el 50% la velo­cidad del I-15 y del 1-16. Mikoyán y Gurevich salieron airo­sos de esta tarea. Fruto de su trabajo fue el caza MiG-3. Les confiaron trabajo independiente.
 
La marca del avión MiG se conoció por primera vez al comienzo de la Guerra Patria. MiG significa Mikoyán y Gu­revich. El magnífico caza reactor MiG-15 ha conquistado fa­ma mundial. Se puede decir, sin temor a la hipérbole, que es el mejor caza del mundo del periodo posbélico.
 
Artiom Mikoyán era un hombre achaparrado, moreno, de cabello canoso y rizado y semblante risueño. Brillaba por su ingenio y su vivo hablar, con ligero acento caucasiano.
 
Lo mismo que Iliushin y que yo, Artiom Mikoyán cursó estudios en la Academia Militar de Aviación Zhrtlcov­ski y por eso nos tratábamos como condiscípulos. Nos unía una fuerte amistad de camaradas. Nos pedíamos consejo a menudo y nos ayudábamos mutuamente a resolver compli­cados problemas.
 
Semión Lávochkin se dedicaba también a construir cazas. Como la mayoría de los ingenieros aeronáuticos de los años treinta cursó estudios en la Escuela Técnica Superior. En la guerra civil sirvió como voluntario en el Ejército Rojo.
 
A partir de 1927 Lávochkin trabajó en el ICAH, algún tiempo en una fábrica experimental y luego en la oficina de proyec­ción de hidroaviones bajo la dirección del diseñador Grigoróvich.
 
Conocí por primera vez a Semión Lávochkin en el de­partamento de aviones de la Dirección General de la Indus­tria Aeronáutica donde él trabajaba de ingeniero. Me causó inmediatamente la impresión de ser un ingeniero competente con dotes de diseñador, pero no adaptado para servir en el aparato administrativo. A fines de los años treinta, junto con los ingenieros Gorbunov y Gudkov, Lávochkin empezó a proyectar en las horas libres un caza calculado para gran­des velocidades y que constara, como material de construc­ción fundamental, de madera delta (madera prensada). En este trió de ingenieros que trabajaron juntos poco tiempo, Lavochkin descollaba por sus aptitudes como constructor era de hecho el autor fundamental del proyecto. Así se creó al comienzo de la guerra el caza LaGG-3. Cuando se decidió emprender la producción en masa de este caza Semión Lávochkin pasó a trabajar en la fábrica para tomar parte en la organización de la producción en serie del apa­rato. En la fábrica organizó una oficina de proyección que posteriormente lanzó durante la guerra una serie de cono­cidos cazas. Si el avión creado colectivamente se llamaba LaGG, los posteriores La-5 y La-7 llevaban ya el nom­bre de Lávochkin nada más.
 
A Lávochkin, a Mikoyán y a mí nos encargaban con frecuencia una misma tarea simultáneamente. Y entonces ante nuestras colectividades se desplegaba una ardiente emoción por ver quién terminaba el aparato antes, quien lo hacía mejor y cuál era el admitido para el armamento. Y si al emular a veces nos "zurrábamos" mutuamente, eso iba en provecho de la causa común.
 
En nuestro país son muy populares los nombres de los constructores de aviones soviéticos. La Patria los corona, con una aureola de gloria. Los constructores de aviones han sido conocidos sobre todo después de que el Gobierno ha dado sus nombres a los cazas, aviones de asalto y bombardeo y aparatos de transporte y entrenamiento. Al propio tiempo, se conoce poco a los constructores de motores de aviación y son precisamente ellos los que infunden vida al avión. El motor es el corazón de la aeronave yo creo que habría que hablar y escribir más de quienes elevan y Elevan más y más lejos las alas de la Patria.
 
En la creación de la flota aérea soviética ha desempeñado un gran papel el relevante constructor de motores Alexandr Mikulin, sobrino del profesor Nikolái Zhukovski y entusiasta de la aviación desde su juventud Mikulin ha creado toda una serie de estupendos motores de aviación.
 
Alexandr Mikulin se distinguía por lo insociable y, como algunos decían, por las "rarezas de carácter". En las reu­niones del Comisariado del Pueblo y de las instituciones oficiales, Mikulin, no desprovisto de ingenio natural, podía permitirse agudezas que parecían extemporáneas. Podía po­ner en ridículo a cualquiera sin distinción de rango. La jefatura del Comisariado no quería a Mikulin y le temía.
 
Stalin estimaba a Mikulin como constructor de gran ta­lento. Fui testigo de reiterados intentos de desacreditar a Mikulin a los ojos de Stalin, pero nunca prosperaron.
 
Una vez durante la guerra en el despacho de Stalin se habló de Mikulin en relación con ciertos desperfectos del motor AM-38. Aprovechando la ocasión uno de los que hacía tiempo buscaba las vueltas a Mikulin se permitió llamarlo "bribón" a lo que Stalin objetó resueltamente:
 
- Mikulin es el constructor de nuestros primeros mo­tores de aviación. Con el motor de Mikulin hemos volado a América a través del Polo Norte. Los aviones de asalto de Iliushin llevan motores de Mikulin. ¡Ojalá tuviésemos mu­chos "bribones" así! ¡Déjenle trabajar!
 
A propósito, pocos son los que saben que el primer mo­tor reactor soviético de modelo original fue creado bajo la dirección de Mikulin: es el AM-3 instalado en los aviones Tu-104.
 
Quiero hablar aquí de un hombre que con su labor crea­tiva ha contribuido enormemente a los éxitos de nuestra aviación. Se trata de Vladimir Klimov, uno de los más re­levantes constructores de motores, a cuyo nombre están asociados los adelantos de la aeronáutica nacional, tanto en el periodo de los motores de explosión como en el de los motores reactores.
 
Vladimir Klimov es hijo de un campesino. A los once años le colocaron en una escuela de mecánicos de Moseti. En 1910 logró ingresar en la Escuela Técnica Superior de Moscú. Siendo estudiante de cuarto año Klimov trabajó en el laboratorio de motores de combustión interna y desde entonces dedicó toda su vida a la construcción de motores. Ejerció también labor docente, en 1926 fue catedrático de la Academia Militar de Aviación. A comienzo de los años treinta Klimov era jefe de la sección de verificación técnica y director técnico de una fábrica de motores de aviación, jefe de sección en el Instituto de Investigación Científica de la Construcción de Motores de Aviación. EI veterano constructor ruso de motores de aviación se distinguía por los vastos conocimientos de ingeniería, la profundidad del pensamiento científico y la experiencia práctica en todos los terrenos.
 
Mi labor estaba estrechamente ligada a la actividad de Klimov. El motor M-105, que recibió durante la guerra la denominación de VK-105, según las iníciales de su construc­tor era el que llevaban instalados nuestros cazas.
 
Vladimir Klimov parecía riguroso e inabordable a primera vista. En realidad, era un camarada agradable, muy bueno.
 
Klimov y yo trabajábamos muy unidos. Al proyectar un caza procurábamos satisfacer de la manera más completa posible las peticiones de Klimov, esforzándonos por crear las condiciones precisas para el buen funcionamiento de su nuevo motor en el futuro aparato.
 
La misión del ingeniero jefe aeronáutico consiste en convertir la potencia del motor en velocidad, capacidad de maniobra y altura de vuelo. El arte de proyectar estriba en saber combinar hábilmente el funcionamiento conjunto del aparato y del motor. Klimov lo comprendía perfectamente, y procuraba no olvidarlo un momento. Por eso logramos construir aparatos veloces y maniobrables con potente ca­pacidad de fuego.
 
Klimov fue uno de los primeros constructores del mundo en percatarse de la importancia de armar los cazas con cañones y dedicó muchas energías a resolver este problema. Incluyó el cañón directamente en la estructura de su motor. El árbol del mismo, en el que se fija la hélice, es un tubo hueco. Por cuyo interior pasa el cañón. Por eso, al disparar un cañón con el motor en funcionamiento no se corre el peligro de perforar las palas de la hélice en rotación. Esa gran conquista de Viadimir Klimov permitió en su tiempo a los ingenieros aeronáuticos soviéticos colocar en los cazas cañones de grueso calibre.
 
El desarrollo de la técnica aeronáutica soviética está li­gado estrechamente a las creaciones de Klimov. El construyó el motor de 800 caballos para el bombardero SB, de Túpolev, correspondiente al periodo prebélico. Los aviones de bombardeo Pe-2, que se emplearon en gran escala en los frentes de la Gran Guerra Patria, estaban dotados de motores M-105, de 1000 HP. Finalmente, los cazas Yak-1, Yak-3, Yak-7 y Yak-9 llevaban motores de Klimov, refrigerados por agua, con una potencia de 1.200 HP.
 
Es enorme el merito de Vladimir Klimov en la construcción de los primeros motores de reacción nacionales con que están dotados los raudos cazas MiG de alas sagitales y los bombarderos IL.
 
En 1952, al cumplir los sesenta años este insigne cons­tructor, el Gobierno distinguió sus meritos en la formación de la potencia aérea del país, adjudicándole la Orden de Lenin, la quinta de esta clase con que estaba condecorado. Vladimir Klimov falleció en 1962. Su nombre ha pasado para siempre a la historia de nuestra aviación.
 
Durante los años de posguerra se han incorporado a la familia de los constructores soviéticos de aviación nuevas fuerzas juveniles que trabajan mano a mano con los vete­ranos de nuestra aviación, con sus fundadores y creadores. Y tanto los viejos como los jóvenes tienen ante sí un campo inmenso de acción.
 
Cada colectividad posee su propio estilo de trabajo, su propia manera de crear. Pero todas juntas, viejas y jóvenes, realizan una obra común: construyen la aviación soviética, las alas de nuestra Patria.

 

Gracias a http://militera.lib.ru

El texto original en ruso se encuentra aqui

 

HR_LeNoir / HR_Ootoito / HR_Grainovich

 
 

 

 

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