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ALEKSANDR SERGEEVICH YAKOVLEV
 
"LA META DE MI VIDA"
 

 

NORMANDIA

 

El 1 de mayo de 1957 fue en Moscú un día claro y ventoso. En la Plaza Roja el desfile seguía su curso, según el programa tradicional.

 

Yo me encontraba en la tribuna, cerca del Mausoleo, y contemplaba con todos los invitados el magnífico porte militar y equipo de los infantes y el potente material bélico motorizado.

 

Como siempre, en las tribunas había muchos conocidos. Converse con el director de cine Grigori Alexándrov, que hablaba entusiasmado de su nuevo trabajo, la película Souvenir ruso.

 

EI desfile terrestre terminaba ya cuando pasaron vo­lando sobre la Plaza Roja bombarderos a chorro seguidos de grupos de cinco cazas reactores de alas sagitales. Los aviones causaron gran impresión. Alexándrov me felicitó y me dijo inesperadamente:

 

- Permítame que le presente a la escritora Elsa Trio­let y a su esposo Luis Aragón.

 

Resulta que estábamos juntos.

 

Yo, naturalmente, había oído hablar del célebre poeta comunista francés Luis Aragón y de su esposa, la escritora Elsa Triolet y me alegró poder conocerles personalmente. Nos miramos mutuamente un momento. Elsa Triolet habla muy bien el ruso, nació y creció en Rusia.

 

- ¿Son sus aviones los que han volado? ¡Le felicito! Entonces, ¿usted es "el propio Yak"? -dijo echándose a reír-. En sus Yak volaron durante la guerra los pilotos franceses de la escuadrilla Normandía, ¿no es así?

 

Confirmé que los franceses habían volado en mis cazas Yak-1, Yak-3 y Yak-9.

 

- Me alegro mucho de conocerle -continuó ella-. Porque estoy escribiendo un guión sobre los pilotos del Normandía, me he entrevistado con muchos de ellos. Me han hablado muy bien de sus aviones y ahora conozco al propio constructor.

 

Aragón se explicaba en ruso y lo comprendía, pero no tan bien como su esposa. Me hizo varios cumplidos.

 

- El mundo es estrecho -sonrió Alexándrov dirigiéndose a Triolet-. Hace un mes usted hablaba en Paris con los pilotos del Normandía acerca de los cazas Yak, y ahora casualmente, pero, muy oportunamente, en Moscú, en la Plaza Roja, se ha encontrado con el propio Yákovlev...

 

Empezamos a recordar los heroicos días de la guerra, episodios interesantes de la vida de combate de los pilotos del Normandía y revivieron en mi memoria acontecimien­tos de más de veinte años atrás... como si hubiera sido ayer.

 

Recordé la primera entrevista con los pilotos del Normandía. La recepción en la embajada francesa en Moscú, en el hermoso palacete de ladrillo rojo de la calle Yaki­manka. El público elegante de las recepciones diplomáticas, militares extranjeros y soviéticos con uniformes de gala. La figura inconfundible del general Catroux, embajador de Francia en la Unión Soviética. El solemne momento de la iniciación de varios generales soviéticos -yo entre ellos­ como caballeros de la Orden de la Legión de Honor, dis­tinguidos con esta alta recompensa por el Gobierno francés por la buena colaboración de combate con los pilotos de la Francia Libre.

 

Después de la entrega de la Orden me rodearon unos militares jóvenes y alegres que me estrecharon amistosa­mente la mano y me felicitaron. Eran pilotos del Normandía.

 

Usaban uniforme negro y llevaban bordada una "F" más abajo de la hombrera derecha. Magníficos muchachos de rostros viriles y francos, trataban a porfía de decirme algo agradable de los Yak. Entonces uno de ellos se quitó del pecho y prendió en el mío el distintivo de la escuadrilla Normandía: dos leones en campo rojo, que figuran en el escudo de la provincia de Normandía, situada en el norte de Francia. Las unidades de aviación del Ejercito de la Francia Libre llevaban nombres de distintas provincias francesas. Además de la escuadrilla Normandía, que se batió en nuestro frente, había el grupo Bretaña y la Alsacia, que guerrearon en África, el grupo Ile-de-France, etc.

 

Los pilotos franceses casi no hablan en ruso, pero en­tienden algo. Yo conozco un poco el francés. Se entabla una conversación en una mezcla de ruso y francés. Terminamos entendiéndonos magníficamente.

Los franceses dicen riendo:

 

- Los aviadores de todos los países se comprenden sin palabras, son una sola familia.

 

Aparece el champán, se alzan las copas, se brinda por la victoria, por la escuadrilla Normandía y por los Yak.

 

No recuerdo a todos los aviadores franceses a quienes conocí entonces. Quedaron en mi memoria Marcel Albert, De la Poype y Delfino.

 

El primer teniente Marcel Albert es parisiense. Del Norte de África, ocupado por los fascistas, voló a Gibraltar. Es uno de los mejores pilotos no sólo de la escuadrilla Normandía, sino de toda Francia. Mandó la escuadrilla en el frente germano-soviético desde diciembre de 1942. Los pilotos que el dirigía se distinguieron en los combates por la liberación de Orsha y Minsk y en el paso del Niemen.

 

Los pilotos franceses hablaban con particular orgullo del combate aéreo librado el 15 de octubre de 1944, cuan­do la escuadrilla de Marcel Albert hizo frente a una vein­tena de bombarderos alemanes que iban protegidos por seis cazas. El jefe de la escuadrilla se orientó al instante y or­denó a la mitad de sus aviones entablar combate con los bombarderos mientras él se lanzaba con los demás contra los cazas enemigos. En este combate fueron derribados seis bombarderos y tres cazas alemanes. Marcel Albert abatió dos cazas. Y cuando a Marcel Albert lo distinguieron por meritos en el combate con el título de Héroe de la Unión Soviética, dijo en el mitin del regimiento de aviación:

 

- He hecho y hago todo lo que puedo para derrotar cuanto antes a los invasores fascistas alemanes que han profanado a mi amada Francia. Quiero dar las gracias a los mecánicos soviéticos por la preparación de los aviones Yákovlev que el País de los Soviets ha proporcionado a nuestro regimiento.

 

Iliá Ehrenburg definió así a este piloto: "Marcel Albert derribó en nuestros frentes 23 aviones alemanes. ¡Es el pri­mer as del ejército francés! Rusia le dio un avión maravilloso. Francia le puso corazón de héroe".

 

Marcel Albert es hijo de un obrero. Otro conocido mío, De la Poype, es aristócrata de abolengo. Pero contra el fascismo germano que pisoteaba Francia se batían juntos. Y, lo mismo que Albert, de la Poype obtuvo el título de Héroe de la Unión Soviética.

 

En 1956, durante el desfile aéreo de Túshino, volví a encontrarme con De la Poype. Se hallaba entre los huéspedes extranjeros de honor invitados a la fiesta de aviación. Habían llegado a la fiesta varios hombres del personal de la escuadrilla Normandía.

 

Junto con Marcel Albert en 1943 los pilotos Albert Le­fevre y Durand realizaron un audaz vuelo en sus aparatos de Argelia a Gibraltar. Dando un gran rodeo llegaron a la URSS donde ingresaron en el regimiento Normandía. Los compañeros los llamaban "los tres mosqueteros".

 

El teniente Lefevre tenía 25 años y había nacido en la antigua ciudad de Ruán. Lefevre terminó una escuela de vuelos en el sur de Francia y era instructor. En el momento de firmar Petain la oprobiosa paz con Alemania Lefevre se encontraba en África del Norte. Al llegar a Gibraltar se dirigió primero a Inglaterra donde patrulló en un Spitfire La Mancha. Al enterarse de que se estaba formando una unidad de aviación de pilotos franceses voluntarios que se dirigían a la URSS Albert Lefevre fue uno de los primeros en ingresar en Normandía.

 

De Lefevre son estas interesantes palabras sobre los pilotos rusos:

 

Se baten con furia y además inteligentemente sin perder la cabeza cuando ven al enemigo cerca... A mí me gusta en los rusos su fría furia en el combate. En el aire nos compenetramos con ellos. Un compañero nuestro perseguía a un hitleriano. A este mismo hitleriano lo perseguía también un piloto ruso y se pusieron a rematar al fascista los dos juntos. Lo más divertido es que nuestro piloto tra­taba de entenderse con el ruso por radiotelefonía, pronunciaba las pocas palabras rusas que conocía: "Blizhe, blizhe, joroshó, joroshó, kóncheno!" ("Más cerca, más cerca, bien, bien, ¡se acabó!"). Y, efectivamente, acabaron con el fas­cista.

 

Es verdad que en los combates contra el militarismo germano, enemigo jurado de Francia y de la Unión Soviética, nos compenetramos bien en el aire.

 

No olvidare jamás el episodio que me contaron de uno de los combates aéreos por Smolensk en el que los pilotos franceses pelearon junto con los nuestros.

 

Fue un combate enconado. Unos cuarenta bombarderos hitlerianos se dirigían en grupos a nuestras posiciones. Les salieron al encuentro pilotos soviéticos y franceses en cazas Yak. En el combate participaba el piloto soviético Pinchuk, famoso por su pericia de vuelo. En el ardor del combate dio un aletazo con su Yak a la cabina del fascista y partió en dos el bombardero enemigo, pero también se desprendió el extremo del ala del avión de Pinchuk. El aparato entró en barrena. Un fascista con el fuego de sus ametralladoras atravesó a Pinchuk el pecho y el brazo derecho. Sin embargo, el intrépido piloto encontró fuerzas para abrir el fanal de la cabina y, aguantando el dolor sobrehumano y venciendo el torrente de aire contrario, se arrojó con paracaídas del avión destrozado. El paracaídas se abrió. Pinchuk empezó a descender lentamente. Pero en este momento una pareja de Focke-Wulf abrió fuego con­tra él.

 

En el aire todo se hace rápidamente. El francés Durand acababa de ver cómo Pinchuk embestía al bombardero enemigo atacándolo desde arriba y ahora Pinchuk colgaba del paracaídas a doscientos metros de Durand y los Focke­Wulf le atacaban. Arriesgándose Durand, desde una posi­ción desventajosa, atacó intrépidamente a los fascistas. Los hitlerianos describieron dos círculos en torno a Pinchuk que descendía y, asustados por el certero fuego de cañón de Durand, se dieron a la fuga. Durand continuó prote­giendo al amigo soviético herido. Daba vueltas a su alre­dedor descendiendo más y más, pero el fuerte viento se llevó el paracaídas hacia el territorio enemigo...

 

Aquí Durand ya no podía socorrer al compañero y, apesadumbrado, regresó a su aeródromo. Durand se enca­minó al comedor, donde contó lo sucedido. Pinchuk era querido por todo el regimiento y lo mismo rusos que fran­ceses sintieron mucho su muerte.

 

Pasó algún tiempo y de súbito los comensales oyeron tiroteo en el aeródromo. Todos salieron corriendo del co­medor hacia los aviones suponiendo que se trataba de una alarma de combate. Cuál sería su alegría cuando vieron vivo a Pinchuk que, con los harapos ensangrentados de su equipo de vuelo y moviendo trabajosamente las piernas, se acercaba a ellos. Los franceses y rusos que estaban de guar­dia junto a sus aviones disparaban al aire sus pistolas sa­ludando la milagrosa salvación y el regreso de Pinchuk. No le dejaron caer, lo tomaron en brazos y lo llevaron en vo­landas.

 

El regimiento Normandía se formó en 1942 a propuesta del general De Gaulle, que ocupó una posición patriótica en los años de la Segunda Guerra Mundial.

 

A consecuencia de la traición del mariscal Petain las tropas francesas se vieron imposibilitadas de batirse con el enemigo en la tierra patria. Nuestro Gobierno no se opuso a que los pilotos franceses participasen en los combates en el frente germano-soviético. Naturalmente, a la URSS llegaron muy pocos pilotos franceses, pero simbolizaban la unidad en la lucha contra el enemigo común.

 

Roger Garreau, representante del general De Gaulle en Moscú, declaró el 13 de marzo de 1942:

 

- Tal vez sea una gota de agua en el océano, pero los corazones de toda la nación francesa están con nuestros soldados que se batirán con sus hermanos rusos. La frater­nidad de nuestros pueblos en el campo de batalla tendría un gran significado no sólo para Francia, sino también para toda Europa...

 

Recuerdo también una conversación sobre el Normandía en el banquete ofrecido en el Kremlin al general De Gaulle el 9 de diciembre de 1944, durante su visita a Moscú para la firma del Tratado franco-soviético.

 

Una pequeña sala del Gran Palacio del Kremlin, lujo­samente tapizada con seda azul celeste y modelados dora­dos de estilo barroco. Las paredes junto al techo están adornadas con los monogramas de Catalina II y esta divisa: "Por el amor y la patria". La sala no ha sido moderni­zada, se ha conservado como museo.

 

Aquella tarde se reunieron allí unas cincuenta perso­nas. Eran diplomáticos, ministros, generales y almirantes soviéticos en uniforme de gala, el embajador norteameri­cano Harriman y el encargado interino de negocios ingles Balfour.

 

Al poco tiempo entraron los dirigentes del Go­bierno soviético encabezados por Stalin. Los últimos lle­garon el jefe del Gobierno francés, general De Gaulle, el ministro de Relaciones Exteriores Georges Bidault y sus acompañantes.

 

El general De Gaulle, muy alto, de movimientos repo­sados. Cara alargada. Vestido con sencillez y modestia. Se acercó con sonrisa cortes a Stalin y le saludó amistosa­mente.

 

Al aparecer De Gaulle todos fuimos invitados a la mesa. Se pronunciaron brindis en honor de los huéspedes france­ses y estos, a su vez, brindaron a la salud de los anfitriones.

 

Luego se levantó Balfour y leyó en ruso un brindis pre­parado de antemano en honor de Francia, en el que lla­maba a esta continuamente esfinge. Dijo, poco más o menos:

 

- Los pueblos antiguos hablaban de la existencia de un ser misterioso: la esfinge. Hemos considerado hasta ahora como una esfinge misteriosa a la Francia esclavizada, que encerraba para nosotros toda clase de sorpresas e in­cógnitas. Ahora Francia ha sido liberada y se sitúa en las filas de los Estados europeos con plenos derechos, pero continúa siendo todavía una esfinge. Yo brindo por esta esfinge.

 

Después del banquete los comensales pasaron a la con­tigua Sala de los Espejos donde estaba servido el café y luego a una sala de cine. Primero proyectaron el film Si mañana estalla la guerra, luego una película de dibujos animados de Walter Disney y después Volga-Volga.

 

Stalin estaba sentado al lado de Harriman. Durante la proyección de la película Volga-Volga ambos se reían alegremente. Stalin bromeó con Harriman sobre todo cuando soñaron las coplas: "América a Rusia un barco ha regalado con las ruedas por detrás, que navega muy despacio" y el vapor Sevriuga empezó a hacerse pedazos.

 

Cuando encendieron la luz, antes de marcharnos, se brindó por los pilotos franceses. Entre los invitados se en­contraba el teniente coronel Pouyade, jefe del regimiento Normandía. Stalin le preguntó su opinión sobre el Yak. Pouyade respondió que los pilotos franceses habían volado en cazas norteamericanos y en Spitfire ingleses, pero preferían el Yak-3.

 

Brindamos también por el Yak-3, por los pilotos soviéticos y por la victoria.

 

...Terminó la guerra. Llegó el momento de la despedida de los pilotos rusos de sus amigos franceses, compañeros de combates aéreos.

 

El aeródromo de Elbing, en Prusia Oriental. En el cam­po de vuelo se alinean 40 cazas Yak-3. Los pilotos franceses y soviéticos recuerdan una vez más los difíciles días de com­bates. Se entienden ya sin intérpretes, pues los franceses han aprendido un poco el ruso y los rusos el francés.

 

¡La última parada! Luis Delfino, jefe del Normandía, asegura a los compañeros soviéticos: "¡Seremos portadores de la inquebrantable amistad de Francia y la Unión Soviética!"

 

Según la tradición francesa, el vencedor regresa a su hogar con el armamento que le sirvió para batir al ene­migo. Respetando esta tradición nacional, el Gobierno soviético regaló a los pilotos franceses los aviones en que ellos habían batallado y vencido. Uno tras otro, con deter­minados intervalos de tiempo, en varios grupos los cuarenta cazas Yak-3, tripulados por los pilotos franceses, despegaron poniendo rumbo a Paris.

 

Al propio tiempo, para prestar ayuda a los mecánicos franceses en el dominio de los aviones Yak-3, salió para Paris en aviones de transporte un grupo de especialistas soviéticos, encabezados por el comandante ingeniero Aga­vellán, subjefe del regimiento Normandía.

 

Al regresar de Francia me contaron pormenores del cálido recibimiento tributado por los franceses a los pilotos del Normandía y a los mecánicos soviéticos.

 

La permanencia de nuestros compañeros en Paris cons­tituyó una cordial manifestación de amistad franco-soviética.

 

Desde entonces este magnifico país, el incomparable Paris, los expansivos y comunicativos franceses y francesas han quedado en mi memoria para siempre. Escuchando los relatos de los compañeros yo me lo imaginaba vivamente todo como si hubiera estado presente.

 

Me trajeron un álbum de fotografías que recoge día a día el viaje del equipo técnico soviético por Francia.

 

El aeródromo parisino Le Bourget... Enormes multitu­des de parisienses se congregaron para recibir a los pilotos del Normandía y a los aviadores soviéticos. A los recién llegados los cubrieron de flores. Les saludaron las autori­dades.

 

Longchamp... El desfile aéreo del Normandía en pre­sencia del general De Gaulle. El piloto Marchi cautiva a los circunstantes -y son alrededor de medio millón- con su maestría en la ejecución de acrobacias de alta escuela tri­pulando un avión Yak-3.

 

El Palacio de los Inválidos en Paris... solemne conde­coración del regimiento con la Orden de la Legión de Honor.

 

El Arco Triunfal... colocación de coronas sobre la tumba del Soldado Desconocido.

 

Y en todas partes bulliciosas muchedumbres de parisien­ses aclaman entusiásticamente a los franceses y rusos que aparecen juntos.

 

Los aviadores soviéticos pasaron en Francia un mes. Estuvieron en Lión, Tolosa, Niza, Burdeos, Ruán y otras ciudades. En todas partes eran huéspedes deseados.

 

En Lión, el alcalde de la ciudad Eduardo Herriot, viejo amigo de la Unión Soviética, pronunció un extenso discur­so en el que felicitó al Ejercito Soviético y exhortó a la estrecha amistad franco-soviética.

 

En les Andelys nuestros compañeros visitaron a la fami­lia del piloto Lefevre, Héroe de la Unión Soviética, caído en combate aéreo en 1944, en el sector de Orsha-Vitebsk. Junto con los parientes y allegados de Lefevre honraron su memoria.

 

Poco después recibí un regalo de Francia: un jarrón de la famosa porcelana de Sevres. El embajador Georges Ca­troux, al entregármelo, dijo:

 

- Mi general: Acepte este jarrón como recuerdo de la colaboración con los pilotos franceses. Es notable por ser el primer jarrón producido por la fábrica de Sevres después de la expulsión de los ocupantes alemanes y simboliza a la Francia Libre...

 

Este maravilloso jarrón, de suave color verde, hecho con gran maestría artística, se conserva en mi casa. Llama siem­pre la atención de mis visitantes y yo les hablo con placer del regimiento Normandía y de sus gloriosos y heroicos pi­lotos.

 

Después de la guerra tuve ocasión de encontrarme más de una vez con pilotos del Normandía. En el desfile de Túshino de 1961, al que los pilotos franceses asistieron co­mo invitados. En el estreno de la película Normandia - Niemen, en Moscú, en 1961. Pouyade y yo nos vimos en Paris en 1964. Y, por último, en 1965 me encontré en el Salón Internacional de Aeronáutica de Paris con el general Delfino, ex jefe del regimiento Normandía. Y de nuevo, como veinte años atrás, Delfino un poco en ruso y yo en francés recordamos los días heroicos de la gran guerra y de la gran fraternidad de armas de franceses y rusos.

 

Gracias a http://militera.lib.ru

El texto original en ruso se encuentra aqui

 

HR_LeNoir / HR_Ootoito / HR_Grainovich

 
 

 

 

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