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ALEKSANDR SERGEEVICH YAKOVLEV
 
"LA META DE MI VIDA"
 

 

¡MÁS ALTO, MÁS LEJOS, MÁS VELOZ QUE NADIE!

 

Al comienzo del Primer Plan Quinquenal, es decir, a fines de los años veinte, nuestra industria aeronáu­tica había pasado ya definitivamente a producir aviones, motores, aparatos y accesorios de modelos soviéticos.

 

En junio de 1929, el Comité Central del Partido, en una resolución Sobre el estado de la defensa de la URSS, seña­laba: "Hay que reconocer como uno de los resultados más importantes del quinquenio transcurrido la creación de la flota aérea roja. La tarea más importante para los próxi­mos años en la construcción de la aviación roja consiste en elevar cuanto antes su calidad al nivel de los países burgueses avanzados; hay que implantar, cultivar y desa­rrollar con toda energía nuestros propios cuadros soviéticos de científicos y diseñadores, Sobre todo en la construcción de motores".

 

Por aquel tiempo se habían fortalecido considerable­mente los dos grandes centros de diseños del país: el ICAH, que dirigía A. Túpolev, y la oficina de diseños encabezada por N. Polikárpov.

 

A principios de los años treinta la oficina de diseños de Túpolev se separó del ICAH y formó una entidad inde­pendiente de proyección y experimentación. El ICAH con­tinuó dedicándose a las investigaciones científicas y la ofi­cina de diseños de Túpolev a la creación de nuevos aviones. Túpolev unió en torno suyo y educó a todo un grupo de discípulos: A. Arjánguelski, V. Petliakov, P. Sujóy, V. Miasischev y otros. Posteriormente estos pasaron a tra­bajar por su cuenta en la creación de nuevos modelos de aviones.

 

La oficina de diseños de Túpolev se especializó prin­cipalmente en la creación de aeronaves de varios motores, destinadas al transporte de pasajeros y al bombardeo. Para construir estos aviones, en nuestro país se utilizó por pri­mera vez el duraluminio.

 

La oficina de diseños de Polikárpov elaboraba nuevos modelos de aviones soviéticos de distintos usos y creó toda una colección de cazas. En los medios aeronáuticos se llamaba a Polikárpov "el rey de los cazas": durante casi cien años nuestra aviación de caza estuvo armada exclusi­vamente con aparatos de su diseño.

 

Además de las potentes oficinas de proyección de Tú­polev y Polikárpov, existían otras de menor escala. Por ejemplo, en Ucrania, bajo la dirección del diseñador Kali­nin, se creó la aeronave de pasajeros K-5, que se produjo en pequeñas series para las líneas de la flota aérea civil.

 

En el terreno de la aviación ligera trabajaba nuestra oficina de diseños, que creó varios modelos de aviones deportivos.

 

Se montó la producción de motores M-22 de refrigera­ción por aire, de 450 caballos y del M-17, de refrigeración por agua, de 500 caballos.

 

Para el año 1930 los tipos fundamentales de aviones y motores de aviación habían sido comprobados y se construían en fábricas del país, con materiales del país y con las manos de obreros e ingenieros soviéticos. Las Fuerzas Aéreas, aunque en pequeñas cantidades, recibían cazas I-3 y aviones de reconocimiento R-5, diseño de Polikárpov, y bombarderos TB-1, diseño de Túpolev. También se prepa­raban en modelos experimentales para la fabricación en serie nuevos tipos más perfectos de aviones de guerra. El bimotor TB-1 iba a ser sustituido por el cuadrimotor TB-3, de Túpolev, y el I-3 por el I-5, proyectado por Polikárpov y Grigoróvich.

 

Para la fabricación en serie de todos estos aviones se requería ampliar poderosamente la base de producción, fundar nuevas grandes fábricas de aviación y el Comité Central del Partido adoptó una resolución sobre la cons­trucción de potentes fábricas de aviones, motores y accesorios.

 

En 1933 las fábricas fundadas al comienzo del quin­quenio producían ya aviones en grandes cantidades:

 

Cazas I-5, aparatos de reconocimiento R-5 y de bombardeo TB-3.

 

La industria aeronáutica se desarrollaba con la pujanza digna de los primeros planes quinquenales. Crecía sobre la base industrial del país haciendo suyas las más altas con­quistas ante todo en el terreno de la metalurgia, de la radioelectrotecnia, de la construcción de aparatos y de la química. El Comité Central del Partido puso al frente de la industria aeronáutica a Piotr Baránov, destacada personalidad que había sido hasta ese momento jefe de las Fuer­zas Aéreas.

 

La necesidad de mejorar constantemente la calidad de la técnica aeronáutica exigía que se desplegase en ancho frente la labor de investigación científica en la aviación. EI ICAH, que existía desde el año 1922, era, por decirlo así, una entidad científica universal: allí se efectuaban investigaciones de aerodinámica, materiales y motores de aviación. Sin tener que dividir el Instituto en varias organiza­ciones independientes.

 

Además de separarse la oficina de proyección del dise­ñador jefe Túpolev se desgajaron también la sección de materiales de aviación, convertida en Instituto de Materia­les de Aviación de la URSS (IMAU) y la sección de motores de aviación, que pasó a ser Instituto Central de Construc­ción de Motores de Aviación (ICCMA).

 

En un plazo fantástico por su brevedad todas estas organizaciones alcanzaron el nivel de instituciones científicas de clase superior.

 

En los años treinta los hombres de ciencia soviéticos resolvieron acertadamente una serie de problemas cardi­nales de la aviación que aseguraron un rápido crecimiento cualitativo de la construcción nacional de aviones. Puede mencionarse en particular la solución de los problemas de la entrada en barrena y del flutter.

 

La barrena es la caída vertical del avión que gira al propio tiempo alrededor de su eje. Prácticamente no existe ningún avión que esté garantizado contra la barrena. Pero si todo avión puede entrar en barrena, no todos ni mucho menos pueden salir de ella. Por consiguiente, la tarea de la ciencia consistía en hacer dirigible la barrena, dar al piloto la posibilidad de situar el aparato en vuelo hori­zontal normal.

 

Los científicos soviéticos analizaron detalladamente las condiciones que originan la entrada en barrena y esclare­cieron los procedimientos más racionales del pilotaje al salir el aparato de ella. La solución del problema está unida a los nombres de los científicos nuestros, V. Pyshnov y A. Zhurávchenko, especialistas en aerodinámica.

 

En la primera mitad de los años treinta, cuando la velo­cidad de los aviones pasó de trescientos kilómetros por hora, la aviación soviética tropezó con un fenómeno nuevo que antes no se conocía: el flutter. Así comenzaron a denominarse las vibraciones autogeneradas del ala y del estabi­lizador (timones horizontales y verticales; en lenguaje corriente, la cola del avión) cuya amplitud crece casi instan­táneamente. El avión sufría tan violentas sacudidas que con frecuencia se deshacía. Ante los científicos soviéticos se planteó la tarea de elaborar lo antes posible métodos de ingeniería para el cálculo de la velocidad a que pueden surgir estas vibraciones (velocidad crítica) y formular reco­mendaciones concretas que excluyeran la posibilidad del surgimiento del flutter.

 

El fundador de la teoría del flutter y de toda una es­cuela que se ocupa de este problema fue el académico M. Keldish, eminente científico de nuestro país.

 

Sobre la base del experimento en vuelo y de las indaga­ciones teóricas fueron elaboradas también las normas tem­porales de resistencia de los aviones. Más adelante estas normas se renovaron sistemáticamente gracias a los tra­bajos de V. Vetchinkin, S. Shishkin, A. Makarevski, M. Kel­dish y otros científicos. En dichas normas se reflejaban fenómenos estudiados de nuevo: el vuelo en una atmósfera intranquila, el flutter, la compresibilidad del aire a gran­des velocidades, etc.

 

El progreso de la ciencia que estudia la resistencia de los aviones tenia suma importancia en relación con el cam­bio de las formas aerodinámicas en el proceso del aumento de las velocidades, la altura y las sobrecargas. Si la velo­cidad del I-2 (modelo 1925), primer caza biplano soviético en serie, apenas alcanzaba 230 kilómetros por hora, en menos de diez años el caza monoplano I-l6 logró una velo­cidad doble, 450 kilómetros por hora, y pasados otros diez años, en 1944, el caza Yak-3 llegó a los 720 kilómetros por hora.

 

Se produjeron grandes cambios también en el terreno del estudio de los materiales de aviación. En el periodo de anteguerra se desarrollaron paralelamente las aeronaves pesadas enteramente metálicas con revestimiento de dura­luminio y los aviones ligeros maniobrables de construcción mixta: madera, acero y lona. A medida que se ampliaba la base de materias primas y progresaba la industria del alu­minio en la URSS encontraban mayor aplicación en la cons­trucción de aviones las aleaciones de aluminio.

 

Tuvo una importancia decisiva la nueva promoción de cuadros llegada a las fábricas, a los institutos y, en general, a todos los establecimientos de la industria aeronáutica. Los viejos cuadros de especialistas de antes de la revolu­ción y de jóvenes licenciados de la Academia Militar de Aviación no eran suficientes. Los licenciados de la Acade­mia eran destinados en su mayoría al personal de mando de las unidades regulares de las Fuerzas Aéreas.

 

En 1930 se fundó el Instituto de Aviación de Moscú (IAM) que no tardó en convertirse en uno de los mejores centros docentes del país y preparar ingenieros de las más diversas especialidades de la técnica aeronáutica.

 

Los trabajadores de la aviación emprendieron el Se­gundo Plan Quinquenal bien pertrechados con una ciencia avanzada, tenían cuadros calificados y se apoyaban en una potente base industrial que continuaba ensanchándose de año en año con la construcción de nuevas y nuevas fábricas.

 

La tecnología de la fabricación de aviones y motores pasó a todas partes donde era posible la producción masiva en operaciones escalonadas y a la cadena. Se introducía ampliamente la fabricación de piezas por estampado y vaciado, lo que determinó una elevación vertical de la productividad del trabajo y un aumento de la producción de aviones.

 

El Instituto de Proyectos, organizado en el sistema de la industria aeronáutica, se encargaba de proyectar nuevas fábricas de aviación.

 

Como resultado de todas estas medidas del Gobierno soviético la técnica de aviación obtuvo durante el segundo quinquenio la posibilidad de seguir desarrollándose en calidad y cantidad.

 

Se pasaba ya resuelta y definitivamente de los aviones tipo biplano al monoplano; de los aparatos de madera a los enteramente metálicos o, por lo menos, de construc­ción mixta: madera-metal; de la hélice de madera a la metálica de paso variable; de la cabina descubierta a la cubierta por canal aerodinámico, y, por último, el tren de aterrizaje retráctil disminuyó sensiblemente la nociva resistencia frontal en vuelo y permitió aumentar mucho las velocidades de los aviones.

 

Un proceso análogo se alcanzó en la construcción de motores y de instrumentos de navegación. Fueron creados los motores M-25 de refrigeración por aire y 715 HP, M-100 de refrigeración por agua y 750 HP. En definitivas cuentas se abrieron grandes posibilidades para aumentar la velocidad, el techo y la distancia de vuelo de nuestros aviones.

 

EI llamamiento del Gobierno soviético a "¡Volar más alto, más lejos, más veloz que nadie!" encontró ardiente eco entre los científicos, diseñadores y obreros de la in­dustria aeronáutica.

 

Empezaron a aparecer en los aeródromos de prueba nuevos aviones como el I-l5, el I-16, el SB, el DB-3, el AnT-25 y otros aparatos magníficos para su tiempo en los que los pilotos soviéticos conquistaron una serie de records de aviación.

 

Todo esto despertaba legítimo orgullo en los soviéticos porque la aviación era una obra de todo el pueblo.

 

En los años 1933-1934 fue construido bajo la dirección de N. Polikárpov el caza biplano I-15, muy maniobrable, con una velocidad máxima de 360 kilómetros por hora, y el caza monoplano I-16 con tren de aterrizaje retráctil y una velocidad de 460 kilómetros por hora.

 

El primer bombardero táctico soviético fabricado en serie fue creado bajo la dirección de A. Túpolev en 1934; era el SB (sigla rusa de las palabras bombardero rápido), con dos motores M-100.

 

Tras el SB, con intervalo de un año nada más, salió al aeródromo el DB-3, modelo de S. Iliushin, bombardero rá­pido de gran radio de acción con dos motores M-85 de refrigeración por aire.

 

En 1932 la oficina de diseños de Túpolev emprendió los trabajos para crear el avión AnT-25, o RD, que en el verano de 1937 alcanzó fama mundial cuando los pilotos Chkálov, Baidukov y Beliakov efectuaron el vuelo sin escala Moscú-EE.UU. cubriendo más de nueve mil kiló­metros en sesenta y tres horas de vuelo.

 

Al cabo de un mes Grómov, Yumáshev y Danilin repi­tieron el vuelo en el RD, pero recorrieron más de once mil kilómetros en sesenta y dos horas. La elevada seguridad del motor contribuyó al éxito del vuelo.

 

En el periodo comprendido entre 1930 y 1938, bajo la dirección de A. Túpolev, fueron proyectados y construidos una serie de aviones gigantes enteramente metálicos y de varios motores: el AnT-14, el AnT-16 y el AnT-20.

 

En 1934 se creó el avión gigante AnT-20 Máximo Gorki, de ocho motores, que llevó a cabo su primer vuelo bajo la dirección del piloto probador M. Grómov. El Máximo Gorki tenía capacidad para ochenta pasajeros, su velocidad máxima era de 280 kilómetros por hora y su distancia de vuelo, dos mil kilómetros.

 

En el segundo quinquenio nuestro país poseía ya una industria de aviación bastante sólida. Los pilotos soviéticos tenían en que volar. Y, como mostró la vida, por ellos no quedó la cosa.

 

Atronaban los records de los planeristas y paracaidistas. Todo el país vivía pendiente de las realizaciones de los aviadores.

 

No sólo las vastas masas de lectores de nuestra prensa, sino también muchos especialistas de aviación estaban sin­ceramente convencidos de que volábamos ya "más alto, más lejos y más veloz que nadie".

 

Este estado de ánimo se reflejó en los discursos que pronunciaron los comisarios del pueblo de defensa y de la industria aeronáutica en el XVIII Congreso del PCUS de la URSS, celebrado en marzo de 1939.

 

"En comparación con el año 1934 -dijo el Comisario del Pueblo de Defensa Voroshilov-, el personal de las Fuerzas Aéreas ha crecido en el 138%, es decir, ha aumen­tado casi dos veces y media. El parque de aviones en conjunto ha crecido en el 130%, es decir, ha aumentado bastante más del doble.

 

Si se expresa la potencia acrecida de la Flota Aérea en caballos de fuerza de motores de aviación comparando con 1934, tendremos un aumento de 7.900.000 caballos o un incremento de 213% en comparación con lo que había cinco años atrás.

 

Paralelamente al crecimiento de la Flota Aérea en can­tidad ha cambiado su calidad.

 

He aquí unos breves datos que certifican lo dicho:

 

 

Aumento

velocidad

altura

distancia

Cazas

en 56,5%

en 21,5%

-

Bombarderos (de ac­ción cercana)

en 880/o

en 83%

en 50%

Bombarderos (de ac­ción lejana)

en 70%

en 77 %

en  610/0

Aviones de explora­ción y asalto

en 67 %

en 23%

en 450/0

 

En este tiempo ha cambiado también, y es muy impor­tante, la correlación entre los distintos tipos de aviación dentro de la Flota Aérea.

 

La aviación de bombarderos pesados ha crecido del 10,6% al 20,6%, se ha duplicado.

 

La aviación de bombarderos ligeros, de asalto y de exploración ha disminuido del 50,2% al 26%, a la mitad.

 

La aviación de caza ha aumentado del 12,3% al 30%, un crecimiento del 150%.

 

Informo que actualmente no es raro encontrar en nuestros aeródromos militares no sólo cazas, sino también bombarderos de velocidades muy superiores a los quinien­tos kilómetros por hora y un techo de catorce a quince mil metros.

 

M. Kaganóvich, Comisario del Pueblo de la Industria de Aviación, citó en su discurso los siguientes datos: “De 1933 a 1938 el volumen de la producción creció en el 450%, durante los años del Segundo Plan Quinquenal fue­ron construidas una serie de empresas magnificas, equipa­das con maquinaria de primera clase; en la industria de aviación se introdujo los procesos tecnológicos más perfec­tos que aseguran la elevación de la productividad del trabajo y el abaratamiento de la producción: estampado de piezas, mecanización de los trabajos manuales, producción, a la cadena y en, operaciones escalonadas, empleo de sucedáneos... Hay que seguir luchando por el aumento de la cantidad, el mejoramiento de la calidad y el abaratamiento del costo de nuestros aparatos a fin de que nuestros pilotos vuelen más alto, más lejos y más veloz que nadie en el mundo. La primacía en aviación debemos asegurárnosla fir­memente y para siempre”

 

Estos discursos contenían valiosos datos reales, pero no correspondían del todo al verdadero estado de cosas en nuestra aviación militar.

 

Es cierto que a mediados de los años treinta se lograron una serie de triunfos aviatorios. Jamás la aviación había ocupado tal lugar en la vida del Estado soviético. Los vuelos y los records de los pilotos despertaban júbilo ge­neral. Los hombres alados eran los predilectos del pueblo. Todo el que tenía relación directa con la aeronáutica expe­rimentaba particular orgullo.

 

Eran tiempos en que nuestros aviadores salieron a la palestra mundial de las competiciones aéreas. Los éxitos de la aviación soviética se apoyaban en las fecundas indaga­ciones de nuestros diseñadores y en el rápido crecimiento de la industria aeronáutica.

 

Y, como sucede a menudo en tales casos, las grandes conquistas en el terreno de la aviación no sólo suscitaban un sentimiento natural de orgullo, sino también originaban en algunos un optimismo infundado. Se creó un ambiente de seguridad de que no sólo nuestra aviación deportiva, sino también la militar poseía firmemente la primacía mun­dial.

 

El verdadero estado de las cosas se vio en el periodo de los acontecimientos españoles.

 

Gracias a http://militera.lib.ru

El texto original en ruso se encuentra aqui

 

HR_LeNoir / HR_Ootoito / HR_Grainovich

 
 

 

 

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