Timoféy Panteléevich Punév era un fan de VVS. Un autentico Fan.
Incluso cuando su Regimiento de Bombarderos en los estupidos años 60 fue
asignado en la Aviación Naval y todos los pilotos fueron obligados a
vestirse de uniforme negro de la marina, solamente Punev seguía llevando
el uniforme de VVS. Obviamente era una infracción, pero su carácter era
así.
Un día comenzamos hablar con el sobre Aleksandr Ivanovich Pokrýshkin.
El mismo Punev conocía personalmente a Pokrýshkin. No llegaron a ser muy
amigos, pero lo pudo conocer bastante.
Ellos tuvieron la oportunidad de conocerse, cuando el 36º Regimiento de
Bombarderos (del cual formaba parte Punev) volaba escoltado por el 16º
Regimiento Aéreo de Cazas de la Guardia, que estuvo al mando de
Pokrýshkin. Yo lo sabía de antemano.
Durante nuestra conversación le dije a Punev que había leído por allí
que no quedaba documentación que confirmaba que Pokrýshkin había
derribado a 59 aviones. En los archivos de la unidad solo pudieron
localizar 45 – 46 derribos. Punev puso cara de desprecio.
- ¿Tu crees que realmente me importa una mierda cuantos aviones había
derribado?
Ahora era yo quien puso la cara rara.
- Te repito la pregunta: ¿tú crees que realmente a mí, a un piloto de
bombardero, me importa una mierda a cuantos aviones derribó Pokrýshkin?
A. Punev seguía el monologo:
- ¿Acaso crees que en una guerra de una envergadura como la de la IIGM,
esta diferencia era significativa, 45 o 59?
Punev se quedó callado durante unos instantes.
- Por ejemplo, Hartmann. ¿Cuantos derribos dicen que le habían
adjudicado?
- 352…
- ¿Y cuantos aviones fabricó la URSS en total?
- Si no me falla la memoria, unos 20 mil antes de la guerra, unas 130
mil durante la guerra y unos 20 mil fueron suministrados por los
aliados….
- ¡Eso! El daño directo que puede ocasionar una perdida de 352 aviones
es una gota en el océano. Tanto en el sentido de daños materiales como
daños humanos. Incluso solo para nuestras fuerzas aéreas. Y si tomamos
en consideración toda la guerra, es menos que una gota en el océano.
Hablando en términos reales, el daño directo causado al enemigo, tanto
por parte de Hartmann como por parte de Pokrýshkin, es igual de
insignificante.
Esto me ha sorprendido de nuevo, y enseguida se lo comenté a Punev.
- ¿Qué es lo que te sorprende? Ellos son pilotos de caza (Punev puso
cara de desprecio). Recuerda siempre: el daño es causado al enemigo por
los aviones de ataque, es decir, por los bombarderos. Los cazas no son
más que un factor de soporte.
En este momento comprendí que Timoféy Panteléevich volvió a montar su
“caballo favorito”.
- Repites una y otra vez, “lista de derribos, lista de derribos”. ¿Tú
crees que aparte de los que fabrican la propaganda, esto le importa a
alguien más? ¡Una mierda! ¿Cuál es la misión principal de un caza?
Prestar apoyo a los aviones de ataque, para que hagan su trabajo, pero
las listas de derribos no son más que “falometría”. Estos idiotas no
tienen nada más que hacer, por eso discuten quien tiene la polla más
larga.
- ¿Por que crees que yo respeto a Pokrýshkin? Porque Pokrýshkin era
capaz de prestarme en el aire un apoyo de verdad, un apoyo que yo jamás
había visto ni antes ni después de volar con Pokrýshkin. Te cuento.
Volamos en misión para bombardear a un “lugar divertido”, una estación
ferroviaria, para ser preciso. Los alemanes la defendieron de una forma
brutal. Los vuelos eran como hacer una excursión al infierno. Cada
escuadrilla (9 aviones) llegó a perder a 2 o incluso a 3 aparatos antes
de llegar al objetivo. Los cazas de nuestra escolta no daban a basto.
Aquellos alemanes eran demasiado buenos. Nos metían caña de mucho
cuidado, tanto a los bombers como a los cazas.
Realizamos 2 o 3 misiones, y luego el Comandante del Regimiento Mozgovóy,
un tipo muy duro por cierto, no aguantó y comenzó a llamar al Ejercito
del Aire para que nos manden una escolta decente y para que quiten de
nuestra vista a estos mocosos (se refiere a la escolta).
Por lo visto, había que destruir aquella estación como sea, y por tanto,
por la tarde de ese mismo día en nuestro aeródromo aterrizan los “Airacobra”.
Eran del 16º Regimiento de Cazas de la Guardia.
Durante la cena nos encontramos con ellos en el comedor; al principio
aquellos muchachos no me cayeron bien. Los pilotos de caza, por norma
general, son gente bastante superficial, pero aquellos eran demasiado
“alegres”. Nos dijeron: “No os cagueis en los pantalones, “bombers”, os
escoltaremos de puta madre, ni un bastardo se os podrá acercar”.
Le contesté a uno de los St. Leytenant (su apellido era Gólubev, más
adelante nos hicimos muy amigos): “si coño, antes de vuestra llegada
también nos escoltaban unos que decían lo mismo, “que los reventaremos a
la mierda a esos hijos de puta”, pero a la hora de la verdad eran los
nazis los que les reventaron”.
Aquel St. Leytenant me contestó (con una sonrisita): “¡Tranki…! Nuestro
Aleksandr Ivanovich conoce una frase mágica. Cuando la pronuncia, los
nazis se esfuman”. Y yo pensé: “¡menudo bocazas!”
Por la mañana nos preparamos para el despegue. Los Jefes de los Estados
Mayores informan: “El primer grupo de 9 en el aire, el segundo en el
aire, el tercero en el aire, el grupo de combate en formación…. Cazas de
escolta directa….” - en otras palabras, la rutina.
Despegamos, y nos pusimos en formación.
Miro hacia arriba, los “Airacobra” están “colgados” sobre nosotros.
“Esto esta bien”, pensé.
Obviamente, manteníamos el silencio total por radio. Comencé a cambiar
de canales en el radiotransmisor, haciendo clic con el mando, cuando de
repente en la onda de los cazas oigo la voz: “¡Atención! ¡Soy el “100”!
¡Voy a trabajar!”.
¡Me acojone!
El silencio por radio era fundamental para realizar un ataque por
sorpresa. Durante toda la guerra aprendíamos esta regla tan elemental. Y
mientras no respetábamos esta regla, nos bañamos en nuestra propia
sangre más de una vez. Recuerdo muy bien cómo le dije mi navegante:
“Cuando volvamos a la base, al Mayor ese (Pokrýshkin era Mayor en aquel
entonces) le vamos a reventar la cabeza. ¡El cabron ese nos ha jodido la
misión! Prepárate que ahora vendrán los Messers”.
¿Y que crees que pasó? Llegamos a la estación, en el aire ni rastro de
los alemanes. ¡Es como si se les hubiera tragado la tierra! El fuego
antiaéreo era brutal, pero al menos no había cazas.
Luego pensé que los alemanes nos iban a interceptar durante vuelta a la
base. Tras terminar el picado, con la formación rota, vendrán a por
nosotros.
Pero nada. ¡Ni uno solo! El cielo estaba completamente limpio.
Aterrizamos, los cazas se ríen en nuestra cara: “¿Que os decíamos? Que
tendréis una escolta en condiciones”.
Pensé que era casualidad. Que los tontos esos tuvieron suerte.
Por la tarde realizamos otra misión. Para atacar el mismo objetivo.
Volví a poner la radio a la onda de los cazas, esta vez a propósito. Oí
lo mismo: “¡Atención! ¡Soy el “100”! ¡Voy a trabajar!”.
Pasó exactamente lo mismo: ¡ni un solo caza alemán en el aire! Ni
durante la llegada, ni durante la retirada.
Luego, durante la cena, Gólubev me recordó: “Y yo que te decía, nuestro
“papa” conoce una frase mágica”.
Posteriormente realizamos varias misiones más, escoltados por el 16º
Regimiento de Cazas de la Guardia. Y en todas aquellas misiones no vi ni
un solo avión alemán. Y te aseguro que yo tenia una vista de águila (no
me creerás pero yo era capaz de ver a un Messer a 10 kilómetros de
distancia, o incluso mas lejos).
Desde aquel entonces comencé a respetar a Aleksandr Ivanovich Pokrýshkin
como a ningún otro. Pero referente a su cuenta personal….
Así es como volaba Pokryshkin en sus misiones de combate. Lo hacia de
forma honesta. Aunque quisiera derribar a alguien, no podía
abandonarnos. Los alemanes no le dieron oportunidades.
En cuanto a la “falometría”… déjalo a los idiotas para que se midan el
tamaño de sus pollas.
- ¿Entendido?
- Entendido.
- Buen muchacho. Venga, vamos a meternos un trago de vino. Este vino lo
hice yo mismo, ahora tendrás la oportunidad de probarlo.
Timoféy Panteléevich sabia hacer un buen vino, lo hacia realmente muy
bien.
Era todo un talento. |