Las dos
semanas de combates en el Frente de Stalingrado, que comenzaron en
noviembre del 1942, acabaron con la brillante victoria de nuestras
tropas. La enorme agrupación de tropas alemanas quedo cercada. El
cerco se estrechaba cada día que pasaba.
Intentando salvar las tropas cercadas, el mando del ejército alemán
realizaba grandes esfuerzos y destinaba enormes recursos, noche y
día enviaba centenares de aviones de transporte con proyectiles,
alimentos y refuerzos. Estos aviones eran eliminados por nuestros
cazas: pocos conseguían llegar a su objetivo, y menos aún, lograban
regresar.
En la
región de Kotélnikovo un gran grupo de tropas alemanas comenzó una
ofensiva con el objetivo de romper el cerco y lograr llegar hasta el
cerco de sus tropas, pero nuestras unidades terrestres rechazaron la
ofensiva y posteriormente ellos mismos comenzaron la contraofensiva.
Nuestro regimiento de cazas estaba emplazado en el aeródromo de
Svétliy Yar, junto a otro regimiento de Shturmovík IL-2. Los
Shturmovík despegaban varias veces al día para efectuar ataques a
suelo en la región de Kotélnikovo, y nuestra misión consistía en
escoltarles.
El 26 de
diciembre me ordenaron realizar una misión de combate que consistía
en escoltar con un grupo de 5 cazas a 6 Shturmovík IL-2, que iban a
atacar sus objetivos en la región de Kotélnikovo.
Los 6
IL-2 iban en formación de “escalón derecho”. Los cazas nos pusimos
en la formación siguiente:
- Una
pareja de La-5, liderada por mi sustituto Ignátiev, se colocó por la
derecha de los IL-2;
- Yo iba
en solitario por el flanco izquierdo del grupo;
- Una
pareja de La-5, liderada por Leytenant Gnido, se colocó por el
flanco y por encima de la formación. En caso de aparición de los
cazas alemanes, el Leytenant Gnido tenía que entrar en combate
primero.
Tras
despegar, nos pusimos rápidamente en formación de combate. El líder
de los Shturmovík comunicó por radio: “pongo rumbo al objetivo”.
Las
condiciones meteorológicas eran favorables: ni una sola nube.
Por la
derecha, en el recodo del río Vólga, se levantaba una enorme nube de
humo: Stalingrado estaba en llamas. Nuestra ruta pasaba en paralelo
a las vías ferroviarias, que comunicaban Stalingrado con Kotélnikovo.
Cruzamos
la línea del frente. En el aire todo estaba tranquilo. De frente nos
venia un avión de reconocimiento alemán. Iba a gran altitud, dejando
una larga estela blanca, mortal para el. Casi en paralelo a
nosotros, pero mucho más alto, iba nuestro avión de reconocimiento
Pe-2, que se dirigía a la retaguardia alemana. En el aire, por
delante de nosotros, aparecieron otros dos puntos negros. ¿Quienes
son? ¿Son nuestros, o son alemanes? Los puntos negros aumentaban de
tamaño cada segundo que pasaba. Al poco tiempo se púdo distinguir
las siluetas de cazas. Seguramente eran cazas alemanes. Transmití
por radio: “¡Atención, dos Messerschmitt por delante!”. Nuestro
grupo entró en movimiento: los Shturmovík estrecharon su formación,
la pareja de Gnido comenzó a ganar altitud.
Cruzamos
la línea del frente. Hasta el objetivo faltaban unos cinco
kilómetros. Los Messerschmitt pasaron de largo, y cuando se
colocaron por detrás de nuestra formación, comenzaron a girar para
atacarnos por detrás. Ellos comenzaron a realizar el ataque sobre el
grupo de Gnido, reduciendo la distancia en descenso. La pareja de
Gnido realizó un brusco giro y atacó frontalmente a la pareja
alemana. Comenzó el combate aéreo.
Estuve
observando el aire con la máxima atención. Por el momento, aparte de
esta pareja de Messerschmitt no había ningún alemán más. Comencé a
observar el combate aéreo. Los alemanes disponían de todas las
ventajas: ellos comenzaron el combate disponiendo de ventaja en
altitud y en velocidad, mientras que la pareja de Gnido no tenía
estas ventajas. Los alemanes obligaron a la pareja de Gnido a
ponerse en círculo y comenzaron a realizar breves ataques desde
arriba. En este momento pensé que les iban a derribar a los dos.
¿Qué hacer en esta situación? Otra vez mire alrededor para
asegurarme de que no había nadie más. Nuestro objetivo ya estaba a
la vista. Tras asegurarme de que en el aire no había nadie mas,
transmití la orden a la pareja de Ignátiev: “Seguid escoltando
vosotros dos, yo iré para ayudar a la pareja de Gnido”.
Realicé
un brusco giro hacia atrás y me dirigí en trepada al lugar del
combate aéreo. Cuando alcancé 500 metros de altitud por encima de
los alemanes, ataqué por detrás a uno de los Messerschmitt, entrando
por la parte del sol. El alemán, al ver que yo me puse detrás, puso
su avión en vertical. Yo seguí persiguiéndole. El alemán alcanzó el
punto máximo de la “montaña”, y es como si se hubiera quedado
suspendido durante unos instantes.
Apunté y
abrí el fuego. Al ver mis ráfagas, el alemán maniobró bruscamente y
se puso a picar. Yo pasé por delante de él, siguiendo en trepada, al
mismo tiempo intentando localizar al segundo Messerschmitt. Lo
localicé rápidamente. Estaba unos 500 metros más bajo que yo,
persiguiendo a uno de los La-5. El La-5 realizaba virajes muy
pronunciados, para evitar entrar en el colimador del alemán. Sin
pensar, piqué sobre el alemán y en un instante me puse en su cola.
Tan solo la existencia de la amenaza de un ataque fue suficiente
para que el alemán se retirara del combate, realizando una “media
revolución”. Sin perder tiempo, comencé a reunir el grupo de mis
cazas para ir a buscar el resto de nuestro grupo. Tras haber reunido
a los dos cazas, los tres nos dirigimos hacia el objetivo.
Por
delante de nosotros detecté a un grupo de aviones que iban en vuelo
rasante. Los conté. Eran cinco Shturmovík, por tanto aquel grupo era
mío. Gnido y su punto, al ver a los Shturmovík, comenzaron el
descenso pronunciado. Yo, sin perder altitud, seguía volando en
rumbo encontradizo al rumbo de los Shturmovík. Cuando me puse
prácticamente encima del grupo, noté que pasaba algo extraño. Empecé
a observar con mayor atención el espacio aéreo, y detecté a 2
Messerschmitt, que intentaban atacar a los Shturmovík. Uno de
nuestros cazas, maniobrando de derecha a izquierda y viceversa, les
mantenía a ambos a una distancia segura del grupo de los Shturmovík.
La pareja de Gnido, mientras se ponía en rumbo paralelo al grupo de
Shturmovík, no podía ver a los Messerschmitt.
Dejé
pasar a mi grupo por delante, realicé una “media revolución” para
perder altitud, y pegado al suelo, alcancé a los Messerschmitt.
Mientras apuntaba en la panza del Messerschmitt, pensé: ¿De donde
habrán salido? Probablemente eran aquellos dos, a los que nos hemos
enfrentado anteriormente, y apreté el botón de los cañones.
No podía
fallar: la distancia de tiro era muy corta. Desde los cincuenta
metros se podía distinguir muy claramente, cómo los proyectiles
impactaban en la panza del caza enemigo. Los impactos iban
acompañados de explosiones de color rosado. Del radiador de agua
perforado del caza alemán comenzó a escapar el agua, pulverizándose
en el aire y dejando un rastro de color blanco. Poco después, al
rastro blanco se le ha unido otro de color oscuro: el motor estaba
en llamas. Y dentro de un segundo el Messerschmitt tembló, desde la
cabina comenzaron a salir largas llamas, y el avión quedó suspendido
en el aire.
Apenas me
dio tiempo para tirar bruscamente de la palanca de mando para evitar
chocar contra el alemán. Lo adelanté. El segundo Messerschmitt,
mientras disparaba a uno de los IL-2, estaba tan entretenido que no
vio la muerte de su punto. Yo, igual que en el primer ataque, pasé a
vuelo rasante para no ser detectado y me puse en la cola del segundo
Messerschmitt, colocándome más bajo.
Pasó
exactamente lo mismo que antes, con la única diferencia de que el
final del segundo caza alemán fue algo distinto. Tras recibir una
larga ráfaga de mis cañones, el alemán se volcó de espaldas y en un
instante chocó contra el suelo, desde 100 metros de altitud.
Alabeando, miré hacia atrás. En el lugar de la caída del caza alemán
se levantó una columna de humo negro, formando un gran hongo con una
pata fina.
Todos
nuestros aviones volvieron a la base, a excepción de uno de los
Shturmovík, que tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en
nuestro territorio.
En el
puesto de mando ya estaban informados sobre el combate. Uno de los
pilotos de un regimiento vecino, cuando volvía de la misión de
reconocimiento, vio el combate y el resultado final. Cuando aterrizo
a nuestra base para repostar el combustible, informó a los mandos de
lo sucedido.
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